domingo, 12 de enero de 2014

1. El undécimo cumpleaños.

Varios años habían pasado desde la última vez que los jóvenes magos finalizaron su último año en Hogwarts, la escuela más prestigiosa de magia y hechicería de todo Londres.
Las aguas volvieron a su cauce tras la muerte definitiva de Lord Voldemort y el encarcelamiento de sus secuaces; aunque no todos celebraban tal acontecimiento... En una de las celdas más oscuras de la Prisión de Azkaban, un anciano mago había dado su último soplo de vida y sucumbió a la fría muerte.
Uno de los soldados que custodiaba dicha celda, sin esperarse el fallecimiento de su prisionero, abrió la roñosa puerta y se adentró hacia el encadenado anciano.
-Morfin Gaunt, ¿estás listo? Ha llegado el gran día- decía el guardia con una desagradable mueca en su boca. Estaba bastante animado, él llevaría al viejo Slytherin hacia el Gran Salón, donde moriría a manos de los dementores.
Sin embargo, para su fortuna, Morfin había muerto verdaderamente y no tardó en descubrirlo; pues se aproximó hacia éste e intentó tomarle el pulso.
Los castaños ojos del soldado se agrandaron en gran manera y tragó saliva.
-Maldito viejo- dijo entre dientes y sin salir de su desilusión.
Éste se incorporó y salió para llamar a uno de sus compañeros que se encontraba en el asolado pasillo.
-Edmund, ven, rápido- decía éste desde el umbral de la celda.
El joven guardia no tardó en acudir al llamado y se presentó ante él.
-Será mejor que avises al Ministerio, este desgraciado de Gaunt ha muerto- ordenó muy serio y el chico asintió, corrió hacia el pasillo y bajó hasta la gran entrada de la Prisión, para enviar el mensaje por medio de una grisácea lechuza.
Rápidamente, el plumado animal, se aventuró a atravesar la fría tormenta que estaba cayendo en aquel lugar con rumbo hacia el Ministerio de Magia.
En unas horas, la noche ya había tomado Privet Drive y una humilde familia de magos finalizaba los últimos retoques para una gran cena familiar.
Ginny Potter ya había preparado su famoso estofado acompañado de un delicioso puré de patata; estaba bastante ilusionada, pues por fin había llegado el undécimo cumpleaños de su segundo hijo, Albus Severus Potter (el que más se parecía a su padre, Harry Potter).
-¡Ya ha llegado papá!- dijo Lily Luna Potter (la hija pequeña de Harry y Ginny, 9 años).
Albus se asomó a la ventana, como su única hermana y no dudó en salir corriendo hacia la puerta, para recibirle.
-Feliz cumpleaños Al... ¡Ay!- gimió el patriarca tras recibir el fuerte abrazo de su segundo hijo.
-Harry, qué temprano has llegado hoy- dijo Ginny aún más contenta que antes.
Éste, sin dejar de abrazar a su cumpleañero, entró y cerró la puerta.
-Ron me ayudó a cerrar la tienda antes, perdona que no te avisara... Quise que fuera una sorpresa- explicó con una amplia sonrisa.
-Papá, qué temprano has vuelto- dijo James Sirius Potter (el primer hijo de éstos, 13 años).
El muchacho terminó de bajar las escaleras y saludó a su padre con un tierno beso en la mejilla.
-Será mejor que entres en la cocina, allí sentirás calor- murmuró Ginny, después de conseguir que los dos más jóvenes se despegaran de Harry.
Todos entraron a la cocina y el timbre no tardó en volver a sonar, James fue el que abrió y atendió al que llamaba.
-¡James!- se alegraba de verlo su primo pequeño, Hugo Weasley (9 años).
-Buenas noches familia- dijo un alegre Ronald Weasley mientras entraba hacia el salón y dirigía su mirada a la cocina.
-Buenas noches- saludó Alice, su mujer.
La familia Potter salió hacia el salón y saludó, cariñosamente, a tan queridos invitados.
-Feliz cumpleaños, Albus- murmuró Ron a su sobrino y le entregó un pequeño presente envuelto en papel de regalo de color rojizo.
-Felicidades- dijo Rose, una muchacha pelirroja y colmada de adorables pecas en su fina nariz. Ésta tenía la misma edad que Albus y se llevaba bastante bien con él.
A medida que iban pasando los minutos, el joven Albus había recibido varios regalos por parte de toda su familia y amigos de sus padres.
-¿Ya estamos todos?- preguntó Arthur Weasley.
-Aún falta Hermione- detalló Luna Lovegood.
-Es cierto, hace tiempo que no vemos a Hermione- decía Ron mientras miraba a su mejor amigo y cuñado.
-Es extraño, no nos ha enviado ninguna carta...- murmuró Harry y bajó la cabeza.
Todos los adultos se miraron entre sí, parecían comprender la tensión que había entre ellos con respecto a ese tema y guardaron el silencio por un momento.
-Sé que es incómodo hablar de esto, pero...- tragó saliva su amigo Neville- He leído que las cosas no les han ido nada bien a los Malfoy, ni a los Slytherin-.
Luna le dio un ligero golpe en el brazo y carraspeó, en seguida dejó de hablar y bajó la cabeza.
-Yo también he leído algo en el Profeta- confesó Ginny con cierto temor a la reacción de su hermano y marido.
-¿Cómo? ¿Todos habéis leído algo sobre los Malfoy y no me lo habéis dicho?- dijo Harry un poco exaltado.
-Lo cierto es que... Bueno, no queríamos preocuparte- murmuró Ron.
-Pero ella es mi amiga también, ¿cuándo me lo ibais a decir?- se levantó de su asiento y dedicó una mirada a cada uno, salvo a los jóvenes magos que jugaban en el piso de arriba con el cumpleañero.
Arthur Weasley fue hacia su yerno y posó su mano en el hombro de éste.
-Harry, no lo hemos hecho con mala intención... Es solo que pensamos que esto no te convendría leerlo- explicó éste con una mirada triste.
Esto preocupaba más a Harry, ¿qué habían leído? ¿Qué le pasaba a Draco y a Hermione? Fuese lo que fuese, deseaba leerlo y apoyar a sus amigos en lo que fuera necesario.
-¿Qué es lo que les ha pasado?- rogó con esa mirada llena de miedo por lo que pudiera haber pasado.
-Está bien- suspiró su suegro y le ofreció asiento, éste no tardó en aceptarlo y en seguida prestó atención.
Todos tomaron asiento y tragaron saliva, por mucho que lo hayan leído en los periódicos, aún no se lo acababan de creer.
-El caso es, Harry, que Draco había sido mortífago, como Lucius... Y a pesar de que haya colaborado con la lucha contra Voldemort...- hizo una leve pausa- Han ido a encarcelar a todos los que hayan sido mortífagos, incluyendo a Severus, Lucius y Draco-.
-¡¿Qué?! Pero... Eso es injusto, ya se había hecho un juicio sobre eso, ¿por qué han vuelto a lo mismo? Hace 11 años que se aclaró todo eso- se indignó.
-No lo sabemos tampoco, solo podemos imaginar que es por lo ocurrido ayer en Azkaban- declaró su pelirrojo amigo.
-Sí, la verdad es que nos hemos quedado indignados con eso- intervino George.
-¿Qué es lo que pasó en Azkaban?- preguntó Harry, aún más intrigado.
-Morfin Gaunt ha muerto, Harry... Murió antes de que se cumpliera su condena de muerte por medio de los dementores- respondió Arthur.
Harry se extrañó, ¿qué tendría que ver eso con los mortífagos que habían renunciado su fidelidad a Voldemort? 
-Creo que deberíamos dejar ese tema, esto no nos está ayudando y hoy es el cumpleaños de nuestro querido Albus- defendía Molly, aunque los años hubiesen pasado, no había cambiado en absoluto.
-Mamá tiene razón- le decía Ginny mientras tomaba la mano de su esposo y mostrándole una preciosa sonrisa llena de esperanza.
Éste besó la mano de la pelirroja y se levantó de su asiento, dispuesto a llamar a los pequeños y celebrar el cumpleaños de su hijo.
Sin embargo, todos quedaron petrificados al oír sonar el timbre.
Todos se miraban, ¿quién más estaba invitado?
-¿Esperas a alguien?- miró Ginny a Harry, pero éste le respondió negando con la cabeza.
Volvieron a tocar, pero ninguno sabía si abrir...
-¿Acaso no vais a ver quién es?- preguntó James, el hijo mayor de los Potter.
-Voy yo- corría Lily.
-Espera, Li...- iba a a tomarla del brazo su madre, pero justo había abierto la puerta y no pudo gesticular palabra al ver de quiénes se trataba.
Todos se alegraron de verlos, ¡eran Draco y Hermione!
-Hola a todos- murmuró la castaña con una sonrisa llena de emoción por volverlos a ver.

FIN DEL CAPÍTULO











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