lunes, 27 de enero de 2014

5. Riñas, confesiones y la selección de las cuatro casas.

Los acelerados pasos de los padres cuyos alumnos se habían escapado del tren, retumbaban en todo el pasillo de Hogwarts con destino al despacho del director,ya que, habían sido llamados por éste.
-Bienvenidos, vaya... No esperaba veros tan...- se alegraba McGonagall que hizo una pausa para mirar a todos sus antiguos estudiantes, hasta ver un poco más hinchada la barriga de Ronald Weasley- Crecidos-.
La mayoría lució una leve sonrisa, pero volvieron a la seriedad del asunto.
-Profesora McGonagall, ¿es cierto que nuestros hijos se han escapado del tren?- preguntó Hermione, estaba preocupada por pensar en todo lo que les hubiera pasado si no les hubiese salido bien el hechizo de James.
-Sí, señorita Malfoy, así es. Los chicos han huido del tren, pero no estoy segura del motivo- respondió con mirada un poco más cercana a éstos, habían vivido varias experiencias que les había unido más con los maestros de Hogwarts y ya no podían ocultarse casi nada.
-¿En qué estarían pensando?- se puso más nervioso Ron.
-Estoy seguro de que tienen una buena explicación para esto- intentó calmarlo Harry, pero el leve carraspeo de cierto profesor de Defensa contra las Artes Oscuras consiguió la atención de todos los presentes.
-¿Una buena explicación? Por lo visto, no tiene muy claro lo que significa tener una "buena explicación", señor Potter- continuaba el profesor Snape- El mero hecho de que esos chicos hayan hecho tal cosa, como incumplir varias normas de esta escuela, os hacen responsables de sus decisiones y no suelen ser muy agradables- mantenía su postura habitual, las mismas ropas largas y oscuras, el cabello corto, lasio y negro... Por no hablar de la misma forma pausada con la que se expresaba.
Casi todos meditaron en sus palabras, pero Ron era el que estaba más nervioso de todos ellos.
-Rose no se va a librar de esta tan fácilmente- le dijo a Alice entre dientes y un tanto enojado.
La profesora dejó paso a los padres y esperó junto al profesor Severus.
-En el fondo, son iguales que sus padres- sonreía McGonagall con melancolía.
-Desafortunadamente, eso parece- concluyó éste con un rostro serio y un tono desanimado.
Ya en el despacho, los 10 estudiantes estaban esperando a sus progenitores con los corazones en un puño... Entendían que podía haberles pasado algo y mucho más si habían empleado magia fuera de la escuela, esperaban los castigos y enojos con cierto miedo a cómo se pondrían sus padres al verlos.
-James, Albus- llamó Harry que llegaba con Ginny y los demás.
Los chicos, que estaban sentados frente a la mesa del director, voltearon a mirarlos mientras tragaban saliva.
-¿Estáis bien?- abrazó el patriarca de los Potter a sus dos hijos.
Casi todos hicieron lo mismo, salvo Ron.
-¿Se puede saber en qué estabas pensando? Eres igual de sensata que tu madre y te comportas como...- reñía, hasta que intervino su mujer que abrazaba a la joven pelirroja.
-¿Como tú?-.
-Entiendo vuestra preocupación y también vuestro enojo, pero esto es un poco más serio de lo que pensábamos- intervino Dumbledore- Sin embargo, los chicos han sabido actuar en el momento adecuado... Pero no ha sido lo más sensato, ¿cierto, señor Fred Weasley?-.
El chico bajó su mirada, sabía de lo que le estaba hablando el director, pero no se atrevía a confesarlo.
-¿Fred?- lo miró George, su padre.
Éste alzó su mirada a los castaños ojos que había heredado de él y tomó aliento.
-Todo iba bien, estábamos en el vagón... Hablando y bromeando- continuaba con un tono un poco apagado- Pero a medida que llovía más fuerte, James quiso ir a ver cómo iban Albus, Rose, Scorpius, Dominique y Clara...- se detuvo y miró a su primo James.
Harry comprobó que algo les había pasado a ambos, ya que intercambiaban ciertas miradas serias y eso lo conocía bastante bien.
-¿Qué fue lo que pasó, James?- fijó su mirada en el chico y éste no se atrevió a mirarlo.
Parecía querer contarlo, pero le resultaba difícil y no abría la boca para explicar nada. Se dedicó a estar serio, apretando sus manos fuertemente y tensando la mandíbula.
-James...- murmuró Ginny.
-¿Qué ocurre? ¿Por qué no quieres contármelo?- se angustiaba Harry.
-Tranquilo, deja que se calme un poco- le tomaba del hombro su amigo Draco.
-¡No pongas tus sucias manos en mi padre, maldito traidor!- exclamó James mientras tomaba su varita y apuntaba hacia él.
Todos se quedaron atónitos, no esperaban ver tal reacción del chico y mucho menos Aberforth.
-Baja la varita, James, vamos...- intentaba calmar su padre, pero éste no dejaba de mirar seriamente hacia el Slytherin y tampoco dejaba de apuntarle.
-Ni se te ocurra hacerle daño a mi padre- apuntó Scorpius a su compañero.
-¡Tu padre es un traidor! ¡Tiene la marca!- miró hacia el hijo de Malfoy.
-¿De qué marca estás hablando?- lo tomó Harry de los hombros, ya que había bajado su varita.
-Es esa marca... La que sueño todas las noches...- comenzó a llorar y abrazó fuertemente a su padre.
Draco sintió vergüenza, aunque ya no existiera Voldemort, la marca tenebrosa aún permanecía intacta en su antebrazo derecho y nunca tuvo valor de mirarla... Tampoco se la mostró a nadie después de aquella batalla, ahora que había pasado esto, se sentía como antaño... Un traidor.
Hermione fue hacia su marido y lo tomó del brazo, cuando descendió su delicada mano hacia la de éste, sintió que estaba helado.
-Draco... ¿Estás bien?- le murmuró la castaña con una mirada preocupada.
-Sí, claro- fingió con una leve sonrisa y se dirigió hacia su hijo.
-Draco, yo...- intentaba explicarse Harry, pero éste negó con la cabeza y manteniendo aquella misma sonrisa.
-Tranquilo, no pasa nada- se limitó a decir y guió a Scorpius hacia la salida del despacho, tenía que hablar con él. Hermione quiso acompañarlos, pero Draco le explicó que debía hablar con el muchacho sobre el asunto y ésta respetó la petición de su pareja.
Ya sin Draco y Scorpius, todos mantuvieron la calma y volvieron a retomar la conversación.
-James, necesito que me expliques qué fue lo que pasó en el tren y por qué has apuntado hacia Draco Malfoy- le pidió Harry una vez más.
-No puedo, no me creeríais- bajó la mirada, desilusionado.
-¿Por qué piensas eso?- le preguntó intrigado.
-Porque he visto a alguien que sé que está muerto- desramó unas pocas lágrimas.
-¿A quién has visto?- insistió.
-A Morfin Gaunt... Tenía la misma marca que sueño todas las noches, es la misma que lleva Malfoy- respondió, pero ahora estaba más asustado que antes.
-¿Marca? ¿Qué marca?- preguntó Hermione aún más preocupada.
-Tú la conoces, sabéis qué marca es... La encontré una vez en los periódicos que guardabais. La noche que soñé con ella, la busqué por todas partes y la encontré en el periódico- confesó.
Guardaron silencio,no sabían qué decir.
-¿Cómo sabes que Malfoy la tiene? Jamás la ha enseñado- dijo Bill Weasley.
-Porque lo vi en mis sueños, vi cómo dejaban que le hicieran esa marca en el brazo- miró a su tío.
-Morfin Gaunt está muerto, como Voldemort... Y Draco es inocente, no tiene nada que ver con todo esto- comenzaba a llorar la castaña, no quería creer que la historia fuera a repetirse.
-Hermione...- la abrazó Ginny.
Las cosas no podían ponerse más tensas, así que volvieron a guardar silencio para meditar en todo esto que les había contado el joven Potter. No parecía que se lo estuviera inventando, era imposible que supiera lo de Draco Malfoy y lo del tren... No estaban muy seguros de qué fue lo que pasó, pero estaban asustados con respecto al tema de la muerte de Morfin Gaunt.
-Será mejor dejarlo por ahora, estoy seguro que no se volverá a repetir lo de hace varios años ya... Está claro que no debemos bajar la guardia, pero os puedo asegurar de que Morfin Gaunt ha muerto  y que Voldemort no regresará, jamás- concluyó la conversación el director Dumbledore, bastante seguro de lo que estaba diciendo.
Tanto los padres, como los muchachos, confiaron en las palabras del anciano y no objetaron nada más.
Hasta que alguien llama a la puerta, era McGonagall.
-Siento interrumpir, pero ya casi es la hora de la ceremonia señor director- no parecía saber de qué se había hablado, pues parecía estar serena.
-Vaya, es cierto. Gracias, profesora- sonreía, fingiendo que no había pasado nada.
Todos fueron saliendo del despacho, sin comentar nada de lo ocurrido y actuando con cierta normalidad.
Al bajar las escaleras, Hermione vio a su marido e hijo en el pasillo, hablaban en voz baja y apenas pudo saber de qué hablaban realmente.
Cuando llegó hasta ellos, tomó la mano de su marido y miró con una tierna sonrisa a su único hijo.
-Ya casi es la hora de la ceremonia, ¿estás preparado?- le preguntó su madre.
-Creo que sí- medio sonrió.
-Y recuerda, no importa la casa en la que estés ni tampoco lo que opinen los demás- explicaba su padre- Las cuatro casas pertenecen a Hogwarts y son respetables, sean cuales sean-.
El chico asintió, pero ya no sabía si fiarse de los Potter, no podía olvidar el hecho de que James actuara contra su padre y de que lo acusara de traidor ante todos. Scorpius conocía a su padre, era cierto lo que le contó acerca del pasado, pero ya Draco había remendado ese error y ya no se tendría que volver a hablar de ello.
Sin embargo, la actitud de James le había demostrado una gran inseguridad ante su amistad.
Ya solo faltaban cinco minutos para la gran ceremonia del nuevo curso, donde los nuevos alumnos y alumnas serían seleccionados para una de las cuatro casas de Hogwarts: Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin.
Hoy día, ya no existía tanta rivalidad entre ellos, a pesar de las diferencias. Todos compartían compañerismo, amistad, unión y respeto.
Dichos valores, los había inculcado el Director en el último año de los padres de muchos de aquellos alumnos y aún permanece, gracias a que los antiguos alumnos han mantenido estas hermosas enseñanzas.
-¿Nervioso, Hagrid?- preguntaba el profesor Horace Slughorn mientras tomaba asiento en la enorme mesa del comedor.
-¿Nervioso? Tengo la piel como las escamas de un dragón, no he podido pegar ojo en varias semanas por este nuevo año... Sinceramente, no creo que sirva para ser profesor- se inquietaba el gigante.
El profesor de pociones comenzó a reír.
-Hagrid, tranquilo. ¿Qué miedo puedes tener? Lo harás muy bien, nadie conoce a las criaturas mágicas como tú, les enseñarás bien- intentó tranquilizar.
-No me refería a eso, tengo miedo de los alumnos... Espero que no hayan problemas con ellos...- aún recordaba lo mal que lo pasó en su primer año como profesor, cuando Draco Malfoy había provocado al hipogrifo que tanto apreciaba. No deseaba que aquello se volviera a repetir.
-No creo que pase algo así, amigo mío- siguió animando y éste parecía comenzar a relajarse, aunque no podía evitar sentir cierto temor.
Todas las mesas habían sido ocupadas por los alumnos de segundo, tercer, cuarto, quinto, sexto, séptimo y octavo año; los profesores también habían tomado sus asientos en la gran mesa, junto con el director. Estaban esperando a la profesorsa McGonagall con la gran fila de los nuevos estudiantes de primer año, hasta que consiguen hacer su aparición en el hermoso comedor.
Rose tomó la mano de su primo Albus, estaba algo nerviosa por lo de aquella tarde, no quería estar en Slytherin.
Cuando la profesora llegó hasta donde se encontraba el gran taburete con el viejo sombrero seleccionador, todos guardaron silencio y observaron con atención.
-Scorpius Hyperion Malfoy- nombró la profesorsa mientras miraba un viejo pergamino y sostenía el sombrero.
Éste no tardó en subir los escalones y tomar asiento, ella depositó dicho sombrero en la cabeza de éste y esperó.
-Vaya, vaya... Una mente llena de conocimiento, sí, con mucho potencial...- decía el sombrero- Sí, de acuerdo, te pondré en... ¡SLYTHERIN!-.
McGonagall tomó el sombrero y dejó que el chico fuera hacia la mesa de Slytherin con una sonrisa y contento de entrar en la misma casa que su padre.
-Clara Longbottom- llamó la profesora y volvió a repetirse la misma escena.
-Mmm... Una joven muy particular, interesante... Muy fuerte, sí... Bien, te pondré en ¡RAVENCLAW!- dijo en voz alta y la chica corrió hacia su mesa con alegría y acompañada de generosos aplausos.
-Albus Severus Potter- miró hacia el muchacho que aún permanecía nervioso.
Miró a Rose y soltó la mano de ésta, deseaba que ella entrara en la misma casa que él, pues siempre se habían llevado bien y nunca estaban separados del otro.
-¡Ja! Un Potter más- reía el sombrero- No esperaba encontrarme con otro joven Potter... Tienes los mismos conocimientos que tu padre, sí... Y cómo no, estás lleno de valor, como él. No cabe duda de que perteneces a... ¡GRYFFINDOR!-.
Éste suspiró aliviado y corrió hacia la mesa de los Gryffindor, donde estaban: James, Molly, Fred y Teddy Remus.
-Rose Weasley- llamó McGonagall y la joven pelirroja comenzó a temblar.
Sus cortos pasos habían llegado hasta el taburete y tomó asiento, deseosa porque acabara pronto. No le importaba si no entraba en Gryffindor, podría estar en Hufflepuff como sus primas: Victoire y Dominique; pero en Slytherin no, preferiría cualquier otra casa, a entrar en Slytherin.
-Vaya, otra Weasley... Está claro que eres bastante tozuda y competidora... Por no hablar de tu inteligencia, lo tienes todo para estar en... ¡GRYFFINDOR!- dictaminó el viejo sombrero y Rose se alegró grandemente de haber entrado en la casa que tanto deseaba.
Muchos alumnos estaban orgullosos de las casas a las que pertenecían, sin duda iba a ser un año maravilloso y mucho más para Rose y Albus, pues habían deseado con todo su corazón pertenecer a Gryffindor.
En la cena no se había mencionado nada con respecto a lo sucedido en el tren y tampoco comenzaron a comentar acerca de lo sucedido en el despacho, afortunadamente todo había quedado en un pequeño contratiempo y así se mantuvo, por orden de Aberforht Dumbledore.
FIN DEL CAPÍTULO

SEVERUS SNAPE

CLARA LONGBOTTOM

SEVERUS SNAPE Y ABERFORTH DUMBLEDORE

FRED WEASLEY II

SCORPIUS HYPERION MALFOY

JAMES SIRIUS POTTER

ALBUS SEVERUS POTTER

DRACO MALFOY Y HERMIONE GRANGER

DRACO MALFOY

SCORPIUS HYPERION MALFOY





sábado, 18 de enero de 2014

4. Misterio en el tren.

Aún la lluvia no había dejado de caer y el frío continuaba penetrando en los huesos, hasta tal punto que los jóvenes magos debieron de abrigarse con dos abrigos y gorros.
Scorpius buscaba por doquier sus guantes nuevos que había hecho su madre, pero por mucho que lo buscara no pudo dar con ellos y suspiró.
-¿Estás bien?- preguntó Clara Longbottom.
-Se me han olvidado los guantes...- respondió mientras agitaba fuertemente sus manos, para entrar en calor.
Rose miró sus guantes de lana, los había hecho su abuela Molly Weasley, no pudo evitar sentir lástima por éste y volteó hacia él.
-Dame tus manos- le dijo, al ofrecer ambas manos a éste.
El chico la miró con cierto asombro y accedió a la orden de la pelirroja.
-Gracias...- dijo con una media sonrisa.
-No me lo agradezcas, solo te devuelvo el favor- concluyó con un tono serio.
Ya había anochecido y apenas quedaba camino para llegar a Hogwarts; sin embargo, el tren tuvo que pararse.
-¿Qué ocurre?- preguntó Albus al mirar por la ventana.
-No lo sé... Pero esto no me gusta- murmuró Dominique.
-No pasa nada, solo han parado el tren. Será por la lluvia- explicó Clara.
Rose y Scorpius miraron por la ventana y no pudieron evitar sentir cierto temor.
Se hizo el silencio, nada rompía aquel horrible silencio... Solo las fuertes gotas de lluvia que golpeaban los resistentes cristales del gran tren.
Las luces se apagan y los pequeños magos comienzan a inquietarse, Albus se levanta de su asiento y abre la puerta del vagón muy lentamente, no había luz en todo el tren y las voces de sus compañeros se comenzaban a oír.
Cuando decide asomarse al pasillo, alguien lo empuja para que no salga y entra junto con otros pocos.
Eran James, Teddy, Victoire, Molly y Fred.
-No salgáis- murmuró James un tanto serio.
-¿Qué es lo que pasa?- preguntó Rose.
-No lo sabemos, pero los adultos han desaparecido y ahora no hay quien vuelva a poner en marcha el tren- explicaba Fred.
-¿Y qué se supone que vamos a hacer?- preguntó Dominique mientras se aferraba a su hermana mayor, Victoire.
-Debemos buscar la manera de llegar a Hogwarts y explicarle al director lo que ha pasado- pensó Teddy Remus.
-¿Cómo podemos hacer eso?- intervino Albus.
-Debéis quedaros aquí y si pasa algo, lo que sea, atacad con vuestras varitas- explicó James.
-No podemos, no sabemos tantos hechizos...- dijo Dominique.
-Ellos sí- señaló con la mirada Fred Weasley.
Estaba mirando a Rose y Scorpius, éstos tragaron saliva.
-Solo tenemos 11 años- explicó Scorpius.
-¿Ahora te acobardas? Tanto que presumías de saber tantos hechizos- le echaba en cara la pelirroja.
-Que sepa de hechizos, no tiene nada que ver con atacar a lo que sea que venga... Aún no hemos aprendido a defendernos- explicó.
James meditó por un momento.
-Tal vez tengas razón, Malfoy- dijo el mayor de los Potter.
-¿Qué hacemos James? No podemos llevarlos a todos- murmuró Teddy.
-Es verdad, los prefectos ya están viniendo hacia aquí- susurró Molly.
-Vendrán con nosotros. Vamos, cogeos de las manos fuerte y no os soltéis- ordenaba James.
Todos comenzaron a tomarse de las manos, formando un pequeño círculo y miraron hacia éste.
-Ahora cerrad los ojos y pedid porque nos salga bien... Porto Lustrum- dijo y no tardaron en desaparecer de aquel vagón.
Justo a tiempo, pues los prefectos no los habían encontrado en aquel vagón.
Todo les daba vueltas, estaban mareándose ya que iban demasiado rápido y nunca habían viajado de ese modo.
Sintieron frío y algo sólido en sus pies, sin soltarse de las manos, comprobaron que ya habían llegado a su destino y abrieron los ojos.
-¿Dónde estamos?- se inquietó Rose.
-Estamos en el Bosque Prohibido, cerca de Hogwarts- respondió James mientras miraba a su alrededor, tenía que situarse para poder ir hacia la escuela.
-¿Bosque Prohibido?- preguntó Albus.
-Sí, los alumnos lo tenemos prohibido- explicaba Fred con una simpática sonrisa.
-Si está prohibido, ¿qué hacemos aquí?- preguntó Scorpius.
-No podemos entrar a Hogwarts con este hechizo, el director Dumbledore conjuró la escuela para que nadie pudiera entrar y salir empleando ese hechizo- explicaba Victoire.
-Vamos, debemos avisar al director- comenzó a caminar el joven Potter y todos le siguieron.
Era extraño que solo ellos supieran que algo no marchaba bien, era raro que solo ellos decidieran transportarse hasta el Bosque Prohibido para dar con los profesores y avisarlos... ¿Qué había pasado con los adultos que llevaban el tren?
Albus, Rose, Clara y Scorpius estaban un tanto nerviosos, era su primer año en la escuela y ya tenían estos problemas. 
-Vamos, debemos darnos prisa...- murmuró James, no quería alzar mucho la voz por si le oían las criaturas mágicas que habitaban en aquel oscuro lugar.
Llevaban un par de horas caminando y ya no sabían hacia dónde ir.
-Creo que nos hemos perdido...- dijo Fred.
-Estaba seguro de que era por aquí- se extrañaba James.
-¿Hemos estado dando vueltas en círculos?- preguntó Victoire mientras agarraba la mano de su hermana menor.
-Lo más probable- confesó éste y tragó saliva.
Los jóvenes magos no sabían qué hacer y guardaron silencio, pensaban en el modo de salir del bosque.
Hasta que, el joven Malfoy, comienza a escuchar un siseo cercano. No podía entender las palabras claramente, pero podía oír como si una voz le estuviera hablando.
Miraba de un lado a otro con total disimulo, aunque mirara cada árbol y cada arbusto, no hallaba a nadie... ¿De qué se trataba?
-Scorpius... Scorpius...- ya oía con cierta claridad.
Estaba asustado y volteó.
-¿Qué ocurre?- preguntó Rose un poco preocupada.
-¿No lo oís?- dijo éste, mirando a todos.
-¿El qué?- dijo James.
Scorpius lo meditó por un momento y negó.
-Sería el viento- mintió.
Entonces, unos fuertes pasos llegaron hasta los 10 jóvenes.
-¡Hagrid!- se alegró Albus y corrió hacia el gigante guardabosques de Hogwarts.
-Pero, ¿qué estáis haciendo aquí?- abrazó al chico y miró a los demás, estaba preocupado por cómo podrían haber llegado hasta el Bosque Prohibido.
-Tenemos que hablar con el director Dumbledore- dijo James.
-Sí, hemos tenido que emplear la magia ya que, el tren, no ha podido llegar hasta aquí- declaró Victoire.
-¡¿Cómo?!- se sorprendió el gigante.
No tardaron en ponerse en marcha hacia la gran escuela.
Iban a paso ligero, pero para cuando habían conseguido llegar, el director ya estaba al tanto de lo que había pasado con el tren.
-Director Dumbledore, señor, el tren de Hogwarts...- intentaba explicarse James, pero fue interrumpido por el anciano.
-Ya estoy al tanto, señor Potter. Ahora mismo, el profesor Snape y el profesor Slughorn están en el tren y ya han solucionado ese pequeño problema- tranquilizó.
-¿Pequeño problema? Disculpe, señor, pero me parece que no es solo un "pequeño problema"- continuaba Fred- Los adultos han desaparecido y el tren se ha quedado paralizado, sin luces...-.
-¿Y cómo sabe que los adultos habían desaparecido, señor Weasley?- sentía curiosidad Aberforht Dumbledore.
-Eh... Bueno...- se ruborizó el pelirrojo.
-Será mejor que entréis, hace frío esta noche- continuaba éste- Por cierto, señor James Potter, tenga más cuidado la próxima vez con ese hechizo- miró seriamente al chico y él asintió.
Algo extraño había amenazado a los jóvenes magos esa noche, por suerte, no pasó nada... Pero ¿de qué se trataba todo esto? ¿Tiene que ver con los rumores que han estado apareciendo por la extraña muerte de Morfin Gaunt?
FIN DEL CAPÍTULO
SCORPIUS


SCORPIUS Y ROSE

FRED, ROSE Y JAMES

VICTOIRE

SNAPE Y DUMBLEDORE






martes, 14 de enero de 2014

3. De camino a Hogwarts.

Ya había comenzado a llover en todo Londres, el frío también se hacía notorio en esta época del año... Sin embargo, los jóvenes magos estaban dispuestos a empezar su primer año en Hogwarts, poder vivir sus propias aventuras y atesorar cada momento que vivan en un lugar tan mágico.
Cerca de la entrada al andén 9 y tres cuartos, Ron corría todo lo que podía mientras tiraba del pesado carrito que trasportaba el equipaje de su hija mayor, Rose.
-¡Date prisa papá, llegaremos tarde!- gritaba la joven pelirroja mientras corría a toda prisa.
-¡¿Qué crees que estoy haciendo?! ¡Corro todo lo que puedo!- respondió como pudo, pues ya no estaba tan ágil como aquellos tiempos. 
Varios magos habían traspasado el muro que les llevaría al tren hacia Hogwarts y ya casi era la hora para que partiera.
Rose cogió más fuerza y se impulsó a atravesar el muro, ya no le importaba si llevaba el equipaje o no, solo quería llegar al tren a tiempo.
Pero en su camino se interpuso un muchacho rubio con su carrito y le fue imposible detener su ritmo, inevitablemente chocó con él y ambos cayeron al suelo junto con el carrito del joven.
Los dos comenzaron a quejarse de dolor, uno por el brazo izquierdo y el otro por la rodilla derecha.
-Lo siento... No podía parar y...- se excusaba la muchacha, pero cuando sus azulados ojos se depositaron en el blanquecino rostro del chico prefirió ahorrárselo.
-Tranquila... Pero...- finalmente miró de quién se trataba y también guardó silencio.
Los padres de los chicos no tardaron en aparecer y ayudarlos a levantarse.
-¿Estáis bien?- preguntó Draco a la vez que levantaba a los dos pequeños.
-Gracias- murmuró Rose, pero sin dejar de mirar seriamente a Scorpius.
En ese momento, llega el pobre pelirrojo con el carrito de su única hija.
-Rose... ¿Por qué... No... Esperaste...?- intentaba tomar aliento, aunque le costaba bastante.
-Ya veo que estás en buena forma- sonrió Draco.
Ron lo miró de reojo y tragó saliva a la vez que jadeaba.
-Estoy en buena forma, lo que pasa es que hemos venido de mucha más distancia y corriendo...- intentaba presumir.
-Claro- rió el Slytherin mientras cogía el carrito de su hijo y atravesaba con él aquel muro.
Rose y su padre hicieron lo mismo, habían llegado a tiempo, solo les faltaba 5 minutos. Caminaron un par de pasos, hasta que lograron divisar a los demás: Ginny, Harry, James, Albus, Lily, Bill, Fleur, Victoire, Dominique, Louis, George, Angelina, Fred, Roxane, Alice, Hugo, Hermione, Teddy Remus, Neville, Luna y Clara.
-Por fin, pensé que ya no ibais a llegar- dijo Hermione a ambos padres.
-Mi padre rompió el coche y tuvimos que venir corriendo desde el taller- explicó Rose un poco enfadada.
-¿Acaso vas a contárselo a todo el mundo?- regañó Ron.
-Es igualita a Alice- burlaba George a su hermano pequeño.
-Sí, tiene ese horrible carácter de su madre- resopló el pelirrojo, sin darse cuenta de que ella estaba escuchándolo.
-¿Horrible carácter?- murmuró Alice con una voz un tanto molesta.
Ron tragó saliva y volteó muy despacio, sonrió levemente y bajó la mirada.
-Será mejor que ayude a Rose y a Scorpius a subir- dijo Hermione mientras los conducía hacia el vagón.
Poco a poco, todos los admitidos a Hogwarts comenzaron a entrar en el hermoso tren y tomaban sus acomodados asientos mientras saludaban desde las ventanillas a sus familiares.
En uno de los vagones se encontraban Teddy Remus con Victoire, su novia, James Potter con Fred y Molly Weasley.
En otro estaban Dominique con Albus, Rose, Clara y Scorpius.
Todos saludaban desde la ventanilla y el tren ya había dado el silbato de salida, no tardó en comenzar a avanzar y dirigirse hacia la escuela de magia y hechicería.
Después de esto, varios minutos habían pasado y los alumnos comenzaron a conocerse entre sí.
-¿A qué casa quieres que te cojan?- preguntó Dominique (tiene 12 años y es la segunda hija de Bill y Fleur) a su primo Albus.
-Aún no lo tengo muy claro...- medio sonrió.
-Yo prefiero Gryffindor, como mi padre- intervino Rose con una pintoresca sonrisa, era bastante guapa.
-¿Y eso por qué?- le preguntó Clara, casi era como oír a Luna Lovegood. Se parecían físicamente, en la voz y en la misma templanza... Pero tenía la misma personalidad que Neville, su padre.
-Mi padre me había contado cómo fue su infancia en Hogwarts junto a mi tío Harry y Hermione Malfoy- continuaba- Habían vivido muchas aventuras divertidísimas y habían derrotado a Voldemort, que era un Slytherin-.
-¿Qué tiene que ver eso? Mi padre fue de Slytherin y no ha sido como Voldemort- interrumpió Scorpius.
-Solo he dicho que fue un Slytherin, en ningún momento he dicho nada de tu padre- explicó la pelirroja.
-Perdona, tal vez me equivoqué- se disculpó, pero la muchacha no sabía por qué sentía cierta manía hacia él y bajó la mirada.
Alguien abre la puerta, todos miran y comienzan a sacar el dinero para poder comprarse las golosinas que traía la señora del carrito de dulces.
Rose se dispuso a comprar ranas de chocolate, cuando se percató de que su padre se había olvidado de dejarle el dinero.
-Oh, no...- se lamentó.
-¿No tienes el dinero, pequeña?- le dijo la señora.
-Yo...- volteó para ver si alguno podría invitarla, pero todos llevaban el dinero justo y se sentían mal de no poder ayudarla.
-Deme las ranas de chocolate y también unas grajeas bertie bott, yo invito- dijo Scorpius mientras sacaba el dinero para pagar.
La joven Weasley se avergonzó del gesto que había hecho el muchacho y más cuando la señora les dedicó una mirada y sonrisa tierna.
Después de que ésta se fuera y todos volvían a tomar sus asientos, Scorpius le ofreció las ranas de chocolate a su compañera y ella (sin mirarlo, aún estaba avergonzada) las tomó.
Los demás se miraron entre sí con una simpática sonrisa, pero prefirieron no decir nada para incomodar a Rose y continuaron con sus conversaciones.
En el resto del camino, los dos jóvenes no hablaron nada entre ellos, pero Scorpius no pudo evitar el mirarla de vez en cuando mientras ella miraba el paisaje desde su ventanilla.

FIN DEL CAPÍTULO
ALBUS

TEDDY REMUS

ANDÉN 9 Y TRES CUARTOS

ROSE

FRED Y JAMES

CLARA






lunes, 13 de enero de 2014

2. Rumores.

La gran familia había acogido a los Malfoy de buen grado y les ofrecieron té con galletas, también estaban deseosos de saber cómo habían conseguido librarse de Azkaban.
Ya acomodados, la pareja sintió tranquilidad y calor.
-Estábamos preocupados por vosotros, ¿cómo estáis?- empezó Harry con la conversación.
-Ya mejor, aunque no fue nada fácil- respondió Hermione.
Draco carraspeó un momento y se dirigió a su anfitrión.
-¿Os parece bien si Scorpius, mi hijo, sube a jugar?- preguntó con una sonrisa, intentando disimular de que todo iba bien.
-Claro, ven conmigo- lo guiaba Molly hacia los demás niños.
El chico, que tenía la misma edad que Albus, era idéntico a Draco en su primer año en Hogwarts, pero no parecía muy hablador.
Después de ver cómo iban llegando hasta el piso de arriba, volvieron a su conversación.
-Se parece mucho a ti, Draco- añadió George con una simpática sonrisa.
-Es verdad, no se te parece en nada, Hermione- reía Ron, pero la castaña negó con la cabeza.
-Tal vez tenga el parecido de su padre, pero tiene una capacidad de memoria y aprendizaje bastante elevado- sonreía ésta.
-¡Eso no es nada! Mi hija Rose ha sido capaz de aprender y memorizar dos libros de hechizos en este verano- estaba celoso.
-Ron...- quiso intervenir su mujer.
-No voy a rivalizar contigo por el nivel de capacidad de aprendizaje de nuestros hijos- reñía Hermione.
-¿Por qué no? Scorpius ha sido capaz de aprender y memorizar cinco libros de hechizos- presumió Draco.
Aunque se llevaban un poco mejor, el mero hecho de querer superar al otro es lo que les hacía discutir.
-Ya está bien, dejadlo ya. Parecéis niños de primer año- regañó Hermione.
Todos rieron un poco, a pesar de los años aún parecían los mismos alumnos de la escuela.
-No cambiareis nunca- reía Arthur.
-¿Cómo está tu padre, Draco?- preguntó Harry.
-Bien... Supongo- murmuró con una mirada un poco triste.
-Pero ¿qué fue lo que os pasó?- preguntó Neville.
-Todo comenzó hace un mes, nosotros estábamos en casa y...- Hermione bajó la mirada.
Draco tomó su mano y asintió para que tomara fuerzas y continuase.
Hace un mes:
Los Malfoy se habían mudado a una pequeña comunidad que se encontraba más cerca de la montaña que de Londres. Todos estaban ocupados, Draco trabajando en una tienda del Callejón Diagón, Hermione escribiendo su segundo libro de aventuras mágicas para niños y Scorpius jugaba en su habitación con su hurón blanquecino.
Las cosas parecían estables, hasta que alguien llama a la puerta.
La castaña no esperaba a nadie, pero no tardó en ir a ver de quién se trataba...
-¿Lucius? ¿Cuándo has llegado de Rumanía?- se sorprendió de verlo, pues éste quiso tomarse un tiempo largo de descanso y no esperaba volver hasta dentro de 15 años.
-Tengo que hablar con Draco, ¿puedo pasar?- parecía nervioso.
-Claro, pasa- le dejó entrar y cerró la puerta.
-¿Y Draco?- volteó para mirarla.
-Él está trabajando, no volverá hasta la noche...- se cruzó de brazos, estaba poniéndose un poco tensa con tanto secretismo.
-¡Tienes que avisarle, dile que venga, ahora!- estaba a punto de estallar.
-¡Ya te he dicho que está trabajando, a menos que sea de vida o muerte, no podrá venir!- se encaró a su suegro.
En ese momento, alguien más aparece en aquel salón y apuntando con la varita de su madre desde las escaleras.
Ambos voltean hacia el muchacho que permanecía inmóvil y apuntando hacia Lucius.
-Scorpius, vuelve a tu habitación- Hermione volvió a recuperar la calma y dibujó una pequeña sonrisa, para que el niño estuviera tranquilo y confiado de que no pasaba nada. 
-¿Scorpius? ¿Este es mi nieto?- murmuró Lucius con una sonrisa llena de alegría al ver lo mucho que se parecía a su hijo cuando tenía 11 años también.
-Sí...- le respondió la castaña mientras tomaba la varita y sostenía los pequeños hombros de su hijo.
-¿Eres Lucius, mi abuelo?- tenía la misma voz que Draco cuando pequeño.
-Así es. Vaya, cómo te pareces a tu padre- seguía orgulloso y un poco más sosegado que antes.
-Scorpius, vete arriba y no te preocupes, estaremos bien- ordenó ésta y el chico no tardó en obedecer.
Cuando oyeron cerrar la puerta, siguieron con la conversación anterior.
-No grite, no quiero que piense mal de usted- le ofreció asiento.
Lucius accedió a las peticiones de su nuera y se sentó en el pequeño sillón de color oliva, aunque aún se le notaba algo nervioso.
-Es de vital importancia, por eso debo hablar con él- explicaba- No fui a Rumanía por casualidad-.
-¿Entonces?-.
-Hace unas semanas estuve oyendo ciertos rumores...- bajó más la voz.
-¿Rumores? ¿Qué clase de rumores?- se igualó en el mismo tono.
-Piensan matar a Morfin Gaunt- confesó, pero ella ya lo sabía y se extrañó de que no estuviera al tanto de algo que se conocía por todo el mundo mágico.
-No morirá con el beso de los dementores, lo matarán antes, saben que puede confesar muchas cosas en el último momento y...- hizo una pausa y miró hacia la ventana, asustado.
-Lucius, ¿quién quiere matar a Morfin y por qué? Morirá de todas formas, ¿qué sentido tiene?- insistió.
-No puedo decírtelo... Ya sabes demasiado. Debo irme, dile a Draco que se reúna conmigo a las 12 de esta noche en el Caldero Chorreante- concluyó y rápidamente salió de la casa y ni siquiera miró hacia atrás para despedirse...
Ya en la actualidad y en casa de la familia Potter:
-Parecía como si... Como si alguien lo estuviera siguiendo. Debo decir que me ha dejado bastante intranquila- terminó de contar.
-Fui al Caldero Chorreante a las 12 en punto de esa misma noche, pero no apareció por ninguna parte- explicó Malfoy con un semblante apagado.
-Todo saldrá bien, seguramente le seguían y no pudo dar contigo, por vuestra seguridad- intentó tranquilizar Fleur.
-Tiene razón, ya verás que aparecerá sano y salvo- dijo Harry.
-Hay una cosa que no entiendo, ¿qué tiene que ver todo esto con querer encarcelar a los que dejaron de ser mortífagos?- intervino Neville.
-Creo que nos acusan del asesinato de Gaunt, pero ya nos hemos librado de eso- explicó Draco.
-Sí, gracias al director Dumbledore, Lucius, Draco y el profesor Snape no irán a Azkaban- detalló la muchacha con una sonrisa y todos sintieron más tranquilidad por aquella noticia.
Entonces, la señora Weasley comienza a dar voces mientras bajaba las escaleras con Rose y Scorpius, agarrándolos de la mano.
No tardó en llegar al salón con los dos jóvenes magos, sin soltarlos aún.
-Mamá... Rose, ¿que ha pasado?- Ron se levantó de su asiento.
-Scorpius- lo mismo hizo Draco.
Los dos pequeños se miraron cabizbajos y frunciendo el ceño, al parecer, no se cayeron bien...
Estuvieron discutiendo sobre quién sabía más hechizos y no se limitaron a las palabras, por lo visto, estuvieron lanzando hechizos con sus nuevas varitas y destrozando la habitación de Albus.
Scorpius había heredado la inteligencia y el carácter de su madre, aunque el físico y la personalidad fueran de su padre.
Rose es idéntica a Ron, menos en su habilidad para retener tanta información, eso sí que lo aprendió de Alice, su madre.

FIN DEL CAPÍTULO

FLEUR DELACOUR

RON, HERMIONE, GINNY Y HARRY

FLEUR Y BILL

NEVILLE Y LUNA

LUCIUS MALFOY

DRACO Y HERMIONE



domingo, 12 de enero de 2014

1. El undécimo cumpleaños.

Varios años habían pasado desde la última vez que los jóvenes magos finalizaron su último año en Hogwarts, la escuela más prestigiosa de magia y hechicería de todo Londres.
Las aguas volvieron a su cauce tras la muerte definitiva de Lord Voldemort y el encarcelamiento de sus secuaces; aunque no todos celebraban tal acontecimiento... En una de las celdas más oscuras de la Prisión de Azkaban, un anciano mago había dado su último soplo de vida y sucumbió a la fría muerte.
Uno de los soldados que custodiaba dicha celda, sin esperarse el fallecimiento de su prisionero, abrió la roñosa puerta y se adentró hacia el encadenado anciano.
-Morfin Gaunt, ¿estás listo? Ha llegado el gran día- decía el guardia con una desagradable mueca en su boca. Estaba bastante animado, él llevaría al viejo Slytherin hacia el Gran Salón, donde moriría a manos de los dementores.
Sin embargo, para su fortuna, Morfin había muerto verdaderamente y no tardó en descubrirlo; pues se aproximó hacia éste e intentó tomarle el pulso.
Los castaños ojos del soldado se agrandaron en gran manera y tragó saliva.
-Maldito viejo- dijo entre dientes y sin salir de su desilusión.
Éste se incorporó y salió para llamar a uno de sus compañeros que se encontraba en el asolado pasillo.
-Edmund, ven, rápido- decía éste desde el umbral de la celda.
El joven guardia no tardó en acudir al llamado y se presentó ante él.
-Será mejor que avises al Ministerio, este desgraciado de Gaunt ha muerto- ordenó muy serio y el chico asintió, corrió hacia el pasillo y bajó hasta la gran entrada de la Prisión, para enviar el mensaje por medio de una grisácea lechuza.
Rápidamente, el plumado animal, se aventuró a atravesar la fría tormenta que estaba cayendo en aquel lugar con rumbo hacia el Ministerio de Magia.
En unas horas, la noche ya había tomado Privet Drive y una humilde familia de magos finalizaba los últimos retoques para una gran cena familiar.
Ginny Potter ya había preparado su famoso estofado acompañado de un delicioso puré de patata; estaba bastante ilusionada, pues por fin había llegado el undécimo cumpleaños de su segundo hijo, Albus Severus Potter (el que más se parecía a su padre, Harry Potter).
-¡Ya ha llegado papá!- dijo Lily Luna Potter (la hija pequeña de Harry y Ginny, 9 años).
Albus se asomó a la ventana, como su única hermana y no dudó en salir corriendo hacia la puerta, para recibirle.
-Feliz cumpleaños Al... ¡Ay!- gimió el patriarca tras recibir el fuerte abrazo de su segundo hijo.
-Harry, qué temprano has llegado hoy- dijo Ginny aún más contenta que antes.
Éste, sin dejar de abrazar a su cumpleañero, entró y cerró la puerta.
-Ron me ayudó a cerrar la tienda antes, perdona que no te avisara... Quise que fuera una sorpresa- explicó con una amplia sonrisa.
-Papá, qué temprano has vuelto- dijo James Sirius Potter (el primer hijo de éstos, 13 años).
El muchacho terminó de bajar las escaleras y saludó a su padre con un tierno beso en la mejilla.
-Será mejor que entres en la cocina, allí sentirás calor- murmuró Ginny, después de conseguir que los dos más jóvenes se despegaran de Harry.
Todos entraron a la cocina y el timbre no tardó en volver a sonar, James fue el que abrió y atendió al que llamaba.
-¡James!- se alegraba de verlo su primo pequeño, Hugo Weasley (9 años).
-Buenas noches familia- dijo un alegre Ronald Weasley mientras entraba hacia el salón y dirigía su mirada a la cocina.
-Buenas noches- saludó Alice, su mujer.
La familia Potter salió hacia el salón y saludó, cariñosamente, a tan queridos invitados.
-Feliz cumpleaños, Albus- murmuró Ron a su sobrino y le entregó un pequeño presente envuelto en papel de regalo de color rojizo.
-Felicidades- dijo Rose, una muchacha pelirroja y colmada de adorables pecas en su fina nariz. Ésta tenía la misma edad que Albus y se llevaba bastante bien con él.
A medida que iban pasando los minutos, el joven Albus había recibido varios regalos por parte de toda su familia y amigos de sus padres.
-¿Ya estamos todos?- preguntó Arthur Weasley.
-Aún falta Hermione- detalló Luna Lovegood.
-Es cierto, hace tiempo que no vemos a Hermione- decía Ron mientras miraba a su mejor amigo y cuñado.
-Es extraño, no nos ha enviado ninguna carta...- murmuró Harry y bajó la cabeza.
Todos los adultos se miraron entre sí, parecían comprender la tensión que había entre ellos con respecto a ese tema y guardaron el silencio por un momento.
-Sé que es incómodo hablar de esto, pero...- tragó saliva su amigo Neville- He leído que las cosas no les han ido nada bien a los Malfoy, ni a los Slytherin-.
Luna le dio un ligero golpe en el brazo y carraspeó, en seguida dejó de hablar y bajó la cabeza.
-Yo también he leído algo en el Profeta- confesó Ginny con cierto temor a la reacción de su hermano y marido.
-¿Cómo? ¿Todos habéis leído algo sobre los Malfoy y no me lo habéis dicho?- dijo Harry un poco exaltado.
-Lo cierto es que... Bueno, no queríamos preocuparte- murmuró Ron.
-Pero ella es mi amiga también, ¿cuándo me lo ibais a decir?- se levantó de su asiento y dedicó una mirada a cada uno, salvo a los jóvenes magos que jugaban en el piso de arriba con el cumpleañero.
Arthur Weasley fue hacia su yerno y posó su mano en el hombro de éste.
-Harry, no lo hemos hecho con mala intención... Es solo que pensamos que esto no te convendría leerlo- explicó éste con una mirada triste.
Esto preocupaba más a Harry, ¿qué habían leído? ¿Qué le pasaba a Draco y a Hermione? Fuese lo que fuese, deseaba leerlo y apoyar a sus amigos en lo que fuera necesario.
-¿Qué es lo que les ha pasado?- rogó con esa mirada llena de miedo por lo que pudiera haber pasado.
-Está bien- suspiró su suegro y le ofreció asiento, éste no tardó en aceptarlo y en seguida prestó atención.
Todos tomaron asiento y tragaron saliva, por mucho que lo hayan leído en los periódicos, aún no se lo acababan de creer.
-El caso es, Harry, que Draco había sido mortífago, como Lucius... Y a pesar de que haya colaborado con la lucha contra Voldemort...- hizo una leve pausa- Han ido a encarcelar a todos los que hayan sido mortífagos, incluyendo a Severus, Lucius y Draco-.
-¡¿Qué?! Pero... Eso es injusto, ya se había hecho un juicio sobre eso, ¿por qué han vuelto a lo mismo? Hace 11 años que se aclaró todo eso- se indignó.
-No lo sabemos tampoco, solo podemos imaginar que es por lo ocurrido ayer en Azkaban- declaró su pelirrojo amigo.
-Sí, la verdad es que nos hemos quedado indignados con eso- intervino George.
-¿Qué es lo que pasó en Azkaban?- preguntó Harry, aún más intrigado.
-Morfin Gaunt ha muerto, Harry... Murió antes de que se cumpliera su condena de muerte por medio de los dementores- respondió Arthur.
Harry se extrañó, ¿qué tendría que ver eso con los mortífagos que habían renunciado su fidelidad a Voldemort? 
-Creo que deberíamos dejar ese tema, esto no nos está ayudando y hoy es el cumpleaños de nuestro querido Albus- defendía Molly, aunque los años hubiesen pasado, no había cambiado en absoluto.
-Mamá tiene razón- le decía Ginny mientras tomaba la mano de su esposo y mostrándole una preciosa sonrisa llena de esperanza.
Éste besó la mano de la pelirroja y se levantó de su asiento, dispuesto a llamar a los pequeños y celebrar el cumpleaños de su hijo.
Sin embargo, todos quedaron petrificados al oír sonar el timbre.
Todos se miraban, ¿quién más estaba invitado?
-¿Esperas a alguien?- miró Ginny a Harry, pero éste le respondió negando con la cabeza.
Volvieron a tocar, pero ninguno sabía si abrir...
-¿Acaso no vais a ver quién es?- preguntó James, el hijo mayor de los Potter.
-Voy yo- corría Lily.
-Espera, Li...- iba a a tomarla del brazo su madre, pero justo había abierto la puerta y no pudo gesticular palabra al ver de quiénes se trataba.
Todos se alegraron de verlos, ¡eran Draco y Hermione!
-Hola a todos- murmuró la castaña con una sonrisa llena de emoción por volverlos a ver.

FIN DEL CAPÍTULO