Tocó dos veces la puerta y se cruzó los brazos para entrar en calor.
-¿Draco?- se extrañó Harry al verlo cubierto de cenizas y con el rostro algo desfigurado por el miedo.
-No tengo mucho tiempo... ¿Puedo pasar?- murmuró con mirada suplicante.
Harry no tardó en dejarle pasar y cerrar la puerta.
-Ginny, trae una taza de calabaza y algo de ropa- pidió éste mientras acompañaba a su amigo a la sala.
-Cielos, Draco... ¿Y Hermione? ¿Estáis bien?- se preocupó Ginny.
-Hermione está... Está...- parecía estar en shock.
-Ginny, por favor, ve a traerle algo de ropa limpia- rogó Harry sin dejar de ayudar a Malfoy a tomar asiento.
La pelirroja subió rápidamente las escaleras y los dejó solos.
-Tranquilo, estás a salvo- dijo el joven Potter.
-No... No lo estoy- continuaba mientras aguantaba las lágrimas- Y si me ven aquí, vosotros tampoco estaréis a salvo-.
Harry tragó saliva, estaba empezando a preocuparse por Hermione.
-¿Qué os ha pasado?- intentó mantenerse sereno.
-Estaba en la tienda, todo iba bien... Pero cuando regresé a mi casa, Hermione no estaba y...- empezó a dejar caer algunas lágrimas- Y toda mi casa estaba reducida a cenizas. No encontré a Hermione, sé que está viva...-.
Harry no podía creer lo que estaba oyendo, ¿cómo pudo suceder algo así?
-¿Cómo sabes que Hermione está viva?- necesitaba saber que su amiga estaba a salvo.
-Porque no encontré su cuerpo por ninguna parte... Además, encontré una nota en los escombros- silenció su voz, pues no quería comprometer a Harry en lo que solo él y su padre sabían.
Ginny apareció con ropa limpia de su marido para Draco y le había preparado el baño para que pudiera asearse un poco.
Éste, agradecido, tomó las vestimentas y subió a darse un baño.
Ginny miró a Harry con una mirada cómplice y fueron hasta la cocina, para hablar más íntimamente.
-¿Qué es lo que ha pasado? ¿Dónde está Hermione?- susurraba la pelirroja, por si acaso que la oyera su invitado.
-Por lo visto, Draco tiene problemas... Quemaron su casa y se llevaron a Hermione, pero no me dijo quiénes y tampoco el por qué- se igualó al tono de voz de su mujer y su cuerpo comenzó a tensarse. Temía por su amiga, ¿qué podría hacer? ¿Por dónde empezaría a buscar? ¿Qué es lo que sabe Draco?
-Harry, Draco ahora es nuestro amigo, pero no puedo evitar sentir cierta desconfianza por su actitud. Hermione me contó que lo notaba extraño, como asustado... ¿Tú sabes algo?- se cruzó de brazos.
-No, nada. Sé tanto como tú- tragó saliva.
-Será mejor no decirle nada a Ron... Esto lo volvería loco- bajó la mirada.
-Ese es el problema, ¿cómo podemos ocultárselo a Ron?- Harry no era capaz de decírselo a su mejor amigo, pero tampoco podía mentirle.
-Se enterará igualmente- murmuró Draco desde el umbral de la cocina, limpio y bien vestido con una camisa blanca y pantalones vaqueros.
Ginny y Harry tragaron saliva, no esperaban verlo.
-Harry, necesito pedirte un gran favor...- dijo sin moverse de la entrada.
-¿De qué se trata?-.
-Cuida de Scorpius hasta que solucione este problema, por favor. No permitas que le pase nada y no le cuentes lo que te he dicho... Dile que Hermione y yo nos fuimos a Rumanía a visitar a mi padre- continuaba mientras intentaba mantener su llanto- Intentaré regresar con Hermione lo antes posible... Pero si en este año no regreso, tú serás el padrino de Scorpius-.
-No... Draco, dime qué es lo que pasa, quiero ayudaros- Harry sintió un nudo en el pecho.
-Es mejor que no lo sepas, así podrás cuidar de Scorpius por nosotros. Tengo que irme- concluyó y aceleró sus pasos a la puerta de la casa, pero Harry no dejó que se marchara aún.
-¿Quién os ha hecho esto?- lo miró a los ojos, como esperando hallar una respuesta indirecta.
Draco tardó en responder, bajó la mirada y suspiró.
-Ni yo lo sé- se limitó a decir y salió de la casa mientras miraba cada rincón de la calle.
Harry quiso seguirle, pero algo le decía que lo dejara estar, al menos por ahora.
Cerró la puerta, pero no pudo soltar el pomo... Tenía miedo y ahora más, pues no tenía ninguna pista que le pudiera dar alguna explicación de lo sucedido.
-Harry...- murmuró Ginny.
-No puedo quedarme de brazos cruzados- dijo entre dientes.
-Lo sé, pero si eres el padrino de Scorpius no puedes arriesgarte por ahora... Ayuda a Draco cuidando del chico y cuando sea el momento, lo haremos de otro modo- intentó animarle.
Harry se sentía impotente, pero entendía que Draco quería solucionarlo solo.
-Voy a enviarle una carta al director Dumbledore, puede que él sepa algo- finalizó éste con la conversación y subió a su habitación.
Los Potter no eran los únicos que no podían pegar ojo.
El hijo mayor de éstos, James, no hacía sino dar vueltas en su cama y frunciendo el ceño.
Estaba soñando y no parecía ser acogedor...
-¡No!- gritó sobresaltado y despertando de aquella tortura.
-James, ¿qué pasa?- se preocupó Fred.
James miró de un lado a otro, se dio cuenta de que estaba en Howgarts, a salvo.
-Nada... Solo ha sido una pesadilla...- murmuró jadeando y secándose el sudor de la frente.
-¿Estás seguro?- Albus se había asustado.
-Sí, tranquilo- sonrió éste y rebujó el cabello de su hermano pequeño.
Parecía que no era algo de qué preocuparse, por lo que volvieron a acostarse.
Varias horas pasaron y los leves destellos del sol otoñal comenzaron a penetrar en los cristales de las enormes ventanas del castillo, ya era hora de comenzar con las clases y los alumnos de Gryffindor y Slytherin de primer año tuvieron su primera clase de Herbología.
-Buenos días a todos- saludó la rechoncha profesora Sprout.
Éstos saludaron cordialmente a su maestra y prestaron atención a la lección.
-Tal vez, muchos de vosotros, no haya tenido la oportunidad de plantar setas duende- explicaba mientras se ponía sus usuales guantes.
-¿Setas duende?- se extrañó Rose.
-Así es, setas duende- continuaba con su explicación- Estas setas son conocidas como tal, debido a que es el alimento preferido de los duendes-.
Scorpius levantó la mano y ésta le cedió la palabra.
-Pero también las usamos para regenerar huesos o para la pérdida de memoria- detalló el chico.
-Excelente, 5 puntos para Slytherin- sonreía la profesora, orgullosa de tener alumnos de primer año muy brillantes.
Clara y Albus dirigieron una leve mirada a su amiga Rose, pero ésta no se inmutó en elevar su mano para competir con Scorpius y se sorprendieron de esto.
-Bien, para plantar setas duende lo primero que tenéis que hacer es poneros vuestros guantes, coger vuestras herramientas y buscar el lugar idóneo para plantar las setas- concluyó y salió la primera, para guiar a sus alumnos hacia el bosque prohibido con Hagrid como guía y protector.
Se habían adentrado bastante, pero hacía buen tiempo y todo parecía estar en completo orden.
-Este parece el lugar perfecto- continuaba mientras volteaba hacia sus alumnos- Ahora, en grupo de dos buscaréis setas duendes, ¿alguien sabría decirme dónde se encuentran?-.
Rose levantó la mano y Scorpius hizo igual, pero al ver que ésta quiso responder bajó su mano.
-Señorita Weasley- cedió la palabra.
-Normalmente, las setas duende crecen en las cortezas de algunos árboles, pero si no se plantan en tierra adecuada, podrían morir- respondió la pelirroja.
-Muy bien, 5 puntos para Gryffindor. Excelente, pues ya sabéis dónde buscar, pero no os alejéis, aquí hay suficientes setas duende y no será necesario adentrarnos- concluyó la maestra y dividió los grupos.
Casualmente, Rose y Eric estaban juntos... Pero Scorpius ni se inmutó. La pareja de éste era Albus y tampoco se relacionaba tan mal con él, casi podía confiar en el joven Potter.
Todos comenzaron a buscar setas en las cortezas de los árboles que estaban al rededor, pero Rose quiso ganar más puntos para Gryffindor y quiso alejarse un poco.
-Esto... Rose, no me parece buena idea que nos alejemos tanto- se preocupaba su compañero.
-Tranquilo, es de día y sé el camino de vuelta. Si queremos conseguir más puntos para Gryffindor, las setas duende están en lo profundo de este bosque, cuando las plantemos serán aún más grandes que las de los demás- explicaba tan sencillamente, que Eric no dudó de ésta y la siguió sin rechistar.
Mientras tanto, Albus no hacía sino mirar de un lado a otro, no encontraba a su prima por ningún lado.
-¿Qué pasa?- preguntó Scorpius al verlo tan ausente del trabajo.
-Es que no veo a Rose ni a Eric- respondio, pero sin dejar de buscar a la pelirroja.
En seguida, el joven Slytherin comenzó a buscarlos con la mirada, pero tampoco los hallaba y se temía lo peor.
-Esa idiota- dijo entre dientes y tomó a Albus del brazo para adentrarse al bosque, logrando esquivar la vista de los adultos.
-Pero, ¿qué haces?- se preocupó el joven Potter.
-La idiota de tu prima se adentró en el bosque, sabe que encontrará más setas duende y por su estúpida manía de ser mejor que los demás, fue a buscarlas- explicaba mientras caminaba a paso ligero entre los árboles.
Albus lo seguía, confiando en que éste sabía lo que estaba haciendo.
Unos pasos muchos más lejos que los de ellos, se encontraban Rose y Eric. Miraban las cortezas de los altos árboles, pero no encontraban ninguna de las setas.
-Rose, no veo ninguna, ¿estás segura de que aquí habrán más?- volteó hacia tras, pero no reconocía el camino de vuelta.
-Claro que sí, solo... Solo hay que mirar mejor- ya no parecía estar muy segura y detuvo su ritmo al ver lo que parecía una gran madriguera.
-Vaya, ha comenzado a llover- se lamentó Eric.
-Tranquilo, nos refugiaremos en esa cueva- lo tomó de la muñeca y entraron en dicha madriguera.
Ambos vieron cómo llovía aún más fuerte y se alegraron de tener dónde refugiarse, pero no tardaron en notar cierto hedor que salía del interior de la cueva.
-Buaj... Qué mal huele- se taponó la nariz el muchacho y ella hizo igual.
De repente, las raíces que se encontraban en las paredes de la madriguera cobraron vida y sujetaron a Rose de los brazos.
-¡Ah!- se asustó la joven e intentó desatarse, pero eran más fuertes que ella y de nada le valía luchar contra ésta cuerpo a cuerpo.
-Tranquila, yo te ayudaré...- iba a lanzar un hechizo, pero el hedor se hizo más penetrante en su nariz y miró hacia el interior de la cueva, para su sorpresa, halló unos ojos grandes que lo miraban con cierta ira y tuvo pánico.
-Ro... Rose... ¿Qué... Qué es eso?- estaba temblando y la pelirroja también comenzó a sentir cómo le temblaban las rodillas al ver que se trataba de un gran ogro.
La criatura gruñó fuertemente y Eric no tardó en salir corriendo mientras gritaba, olvidándose de liberar a su amiga y compañera.
-¡Eric, no te vayas! ¡Eric, no me dejes aquí!- lloraba de miedo.
El ogro volvió a rugir con más fuerza mientras se acercaba hacia la pelirroja.
Mientras tanto, Albus y Scorpius iban a paso ligero por el bosque, en busca de sus dos compañeros. No les importaba la lluvia, pero al oír como si fuera un grito que se aproximaba hacia ellos, tomaron sus varitas y apuntaron hacia el frente.
-Espera- ordenó Scorpius al reconocer a Eric entre la lluvia y bajó la varita.
-¡Ayuda! ¡Tenéis que salvarla!- lloraba éste y ambos se miraron entre sí.
-Albus, quédate con él, volved con la profesora y avisadla- ordenó el joven Slytherin mientras corría por donde mismo venía Eric.
Albus obedeció a su compañero y fue con su amigo a buscar a la maestra.
Aunque corrían lo más rápido que podían, Rose no consiguió librarse del ogro que la había cogido con una sola mano.
El ogro era una criatura muy grande y malhumorada, no tan estúpida como los Trolls, pero tampoco eran tan avispados.
La chica no hacía sino gritar, pero de poco le valía porque el ogro gritaba más que ella, sin embargo, esto ayudó a Scorpius a encontrarla.
-Ay, madre...- resopló el chico al ver aquel ser con Rose.
-¡Ayúdame! ¡No me abandones, por favor!- lloraba ésta al ver a Scorpius.
El ogro miró hacia éste, pero no se movía, al ver que el chico permanecía quieto y sereno.
-Rose, te pido que no grites... Si gritas, se enfadará más y te podrá hacer daño- murmuró en la misma posición.
Ella asintió y tragó saliva.
El ogro se fue acercando muy despacio a éste, pero Scorpius se mantuvo firme y quieto.
Rose no entendía cómo iba a rescatarla, pero ya no estaba tan asustada como antes, ahora no estaba sola.
El ogro gruñó frente a la cara del muchacho, aún así, Scorpius no se inmutó y tomó fuertemente su varita.
-Petrificus Totalus- lanzó su hechizo a semejante ser y funcionó, pues se quedó petrificado en el suelo y Rose pudo zafarse de la gigantesca mano que la apresaba.
El chico la ayudó a levantarse tomándola de la mano y ella lo miró a los ojos, estaba avergonzada de cómo lo había tratado últimamente, aunque no fue capaz de expresárselo.
-Esto... Scorpius, yo...- intentaba darle las gracias de algún modo o disculparse, eran tantas cosas a la vez que no sabía por dónde empezar.
-Tranquila, no le diré a nadie que te he salvado y que tú solita te has librado del ogro- dijo con cierto tono molesto y volteó para dar con los demás, pero Rose lo tomó de la túnica y bajó la mirada.
El chico quiso darse la vuelta pero ella le rogó que no lo hiciera y obedeció.
-Por favor, no te des la vuelta... Me da vergüenza y si me miras pues... Pues no podré decirte lo que quería confesarte...- le temblaba la voz, pero él no le dijo nada.
La lluvia seguía cayendo cada vez más fuerte y Scorpius tuvo que darse la vuelta para animarla a que se refugiaran al menos, pero no esperó ver a la pelirroja llorando.
-¿Por qué lloras?- se asombró al verla así.
-No te odio, yo solo me metía contigo porque... Bueno, no lo sé, pero no te odio y yo... Yo lo siento por cómo te he tratado y lo que he dicho de ti- seguía llorando- Quería darte las gracias por ayudarme y que me perdones...-.
Scorpius no esperaba esto y sintió felicidad de ver que no le odiaba, a pesar de su rivalidad él la estimaba en gran manera.
-Tranquila, está olvidado y no tienes que agradecérmelo- sonrió y Rose imitó a su compañero, por primera vez sintió un ligero cosquilleo en su estómago al verlo sonreír hacia ella.
Entonces, Hagrid llega hacia éstos y guiado por Albus.
-Vaya...- susurró el joven Potter al ver a su prima y a Scorpius darse la mano en son de paz.
-Al final, todo acabó bien- sonrió Hagrid.
-Sí, pero nos va a caer una buena por lo de desobedecer a la profesora Sprout- se lamentó el chico.
-Es verdad...- tragó saliva el gigante.
Menos mal que todo había salido bien, nadie salió herido y apenas había que lamentar nada. Scorpius y Rose habían hecho las paces, aunque aún seguían compitiendo... Pero esta vez, ya no había discordia entre ellos.
FIN DEL CAPÍTULO
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