Comenzó a nevar y a duras penas había tanta gente paseando por aquellas estrechas callejuelas. En una de las tiendas de colores oscuros y encabezado plateado, se encontraba Draco Malfoy. Éste había abierto una pequeña librería de libros mágicos y relatos fantásticos.
Le iba bien, pues muchos magos y brujas jóvenes iban muy a menudo a comprar alguno de esos libros tan maravillosos donde la imaginación aún no había alcanzado a recrearse.
Después de atender a la señora Smith, su clienta más habitual, la despidió con una preciosa sonrisa.
Es entonces, cuando ésta abre la puerta de cristal y entra el plumado animal con aquel sobre.
-Vaya, qué temprano llega el correo- dijo la rechoncha señora.
-Sí... No esperaba recibir una lechuza tan pronto- añadió mientras tomaba la carta y buscaba en su oscuro bolsillo del alargado pantalón, para pagar al pequeño mensajero.
Cuando hubo sacado unas pocas monedas, las depositó en el minúsculo saco que trasportaba la lechuza y ésta no tardó en volver a retomar su camino de regreso.
-Que tenga un buen día, señor Malfoy- sonreía la clienta con una voz un tanto chillona.
-Igualmente, señora Smith- concluyó y esperó a ver cómo se quedaba solo en la helada tienda.
En ese momento, aprovecha y cierra con llave, tenía que leer a solas y sin interrupciones.
Después de abrir el sobre y desplegar el papel, comenzó a leer:
Querido hijo, no sabes las ganas que tengo de volveros a ver... Aquí no pinta nada bien, muchos hablan de ello y el mero hecho de hacerlo, mueres.
Ten mucho cuidado y mantén los ojos muy abiertos, no hables con nadie con respecto a lo de la muerte de ese viejo de Gaunt... ¡Nos traerá problemas! Se dice que se le ha visto en Londres, pero nadie puede garantizarlo del todo y yo tampoco quiero comprobar si es cierto.
Estate atento a mi aviso, puede que esto se nos escape de las manos y no podamos controlarlo a tiempo.
Cuida de Hermione y de mi nieto, Scorpius... Cómo se parece a ustedes.
Por un tiempo no podré enviar otra carta, pero descuida, estaré bien.
Saludos
L.M.
Draco parecía entender de lo que le estaba hablando su padre, sin embargo, prefirió guardarlo en secreto hasta el momento adecuado.
Entonces, unos pequeños golpes en el cristal de la puerta de su tienda llaman su atención y voltea rápidamente mientras esconde la nota en el bolsillo de sus pantalones oscuros.
Sonríe al reconocer de quién se trataba y acude de inmediato a abrir.
-¿Por qué habías cerrado? Aún faltan cuatro horas para eso- sonreía su mujer y éste no tardó en abrazarla y dedicarle un cariñoso beso.
Ésta sonríe tímidamente y mira de un lado a otro.
-No esperaba verte tan... ¿Cariñoso?- reía.
-Digamos que estoy de buen humor- dijo éste con una hermosa sonrisa mientras se dirigía a su mostrador, tenía que ordenar algunos libros que le habían llegado.
-Por cierto, ¿qué hacías? Te he visto que escondías algo- explicaba, al mismo tiempo que dejaba su abrigo y bolso en la robusta percha.
Malfoy tragó saliva y fingió no darle tanta importancia.
-¿Yo? No, no escondía nada- se limitó a decir sin mirarla, pues iba cargado con varios libros que debían de estar colocados en sus respectivas repisas.
Hermione no parecía creerle del todo y frunció el ceño, extrañada, ya que había encontrado una pequeña pluma de lechuza en la mesa.
-¿Estás seguro?- volvió a insistir mientras tomaba la pequeña prueba y la observaba con detenimiento.
-Completamente- llegó hasta ella y la miró a los castaños ojos.
Pero cuando ésta le mostró la pluma que había encontrado, tomó aliento.
-Un poco temprano para recibir una carta, ¿no crees?- le había pillado.
Bajó la mirada, preocupado... No sabía qué decir.
-Draco, ¿de qué se trata? ¿Es del Ministerio? ¿Aún te siguen acosando por lo de la muerte de Morfin Gaunt?- no sabía de qué podría ser y estaba asustada por si su marido llegase a tener problemas por ese malentendido.
-No, no tiene que ver con el Ministerio...- suspiró- Tiene que ver con... Bueno, con un envío de libros. Esta tarde tengo nueva mercancía- mintió con una preciosa sonrisa.
Ella parecía no creérselo del todo, pero se lo dejó por esta vez y sonrió levemente.
-Por cierto, ¿qué haces aquí? Creí que ibas a la casa de los Potter- seguía con su papeleo.
-Así es, pero preferí venir a visitarte mientras iba a comprar algo para Scorpius- se cruzaba de brazos mientras dibujaba una sonrisa cariñosa, pues ya se estaba centrando en otro tema.
-Es cierto. Dentro de poco es su cumpleaños... Aún no sé qué comprarle- se ponía la mano sobre su frente.
-Vamos, es tu hijo, no es tan difícil saber lo que le gusta- reía.
-Sí, pero no lo tengo del todo claro. Se parece más a ti que a mí- explicó.
-Te equivocas, se parece más a ti de lo que crees- rectificaba con la misma sonrisa.
-¿Qué te hace pensar eso?-.
-Bueno, digamos que tiene la misma habilidad que tú para sacarme de mis casillas- reía y éste también se vio contagiado por la simpática carcajada de la castaña.
El joven Scorpius tenía un poco de ambos, aunque era cierto que tenía el mismo sentido del humor que su padre... Pero no era tan maleducado ni malcriado como lo fue su antecesor en los tiempos de su niñez.
Era primera hora y ya todos estaban en su primera clase de pociones con el profesor Horace Slughorn.
Habían comenzado su primer día en Howgarts y estaban a punto de recibir su primera clase. Entonces, el anciano maestro hace su aparición acompañado de los murmullos de sus nuevos estudiantes de Gryffindor y Slytherin.
-Bienvenidos a vuestra primera clase de pociones, soy el profesor Horace Slughorn y hoy comenzaremos con las normas básicas para esta asignatura- decía éste con una simpática sonrisa.
En la primera fila, se encontraban Albus, Rose y un muchacho de la misma casa que ambos. Éste tenía el cabello liso, bien peinado y de color castaño claro, sus ojos eran azules como el cielo y la piel blanca como las nubes.
Era guapo y con una sonrisa un poco traviesa, su nombre era Eric Jhones.
Scorpius estaba sentado justo detrás de otro alumno que se encontraba justo al lado de Eric, de vez en cuando aprovechaba para mirar a Rose Weasley, sin que nadie se percatara de esto.
-En primer lugar, no quiero varitas ni tampoco hechizos no autorizados; en segundo lugar, todo lo que hagáis en esta clase debéis de consultármelo antes y por último, quiero que haya un buen trabajo de equipo- explicó Slughorn con la misma sonrisa y paseando a un lado y a otro de la clase.
-¿Alguna duda?- miró a sus pequeños alumnos.
Entonces, Rose levantó su mano y éste le concedió el permiso de hablar.
-Señor, ¿eso quiere decir que nos mandará trabajos en equipo? Es decir, todos juntos...- no estaba a la labor de compartir sus notas con ningún alumno de la casa Slytherin.
-Así es, señorita Weasley. Yo mismo crearé los grupos en algunos trabajos y valoraré individualmente, para los puntos de cada casa- continuaba mientras se aproximaba hacia su mesa- Pero también conjuntamente, para valorar vuestro trabajo en equipo-.
La pelirroja no parecía estar muy contenta con aquella información, era la única que no podía ver el lado positivo de esa aclaración.
-¿Alguna duda más?- alzó sus pequeños ojos hacia la clase.
Esta vez era Scorpius y le concedió la palabra.
-¿Y en caso de que alguno lo haga mal? ¿Eso quiere decir que nos suspenderá?- parecía inquieto por si llegara a estar en el mismo grupo que su compañera Gryffindor.
-En el caso de que alguno de vosotros, esté en el grupo en el que esté, llegara a hacer mal su trabajo o no colaborara adecuadamente en el grupo que se le ha asignado, se le suspenderá individualmente y la casa a la que pertenezca se le será restado 50 puntos- explicó.
A ninguno no le parecía mal, pues no veían lógico llevarse negativamente con el resto de las casas... Sin embargo, Rose sentía que aquello le podía. No le molestaba el resto de las casas, pero no podía sentir la misma unión con la casa Slytherin. Había oído muchas cosas negativas con respecto a varios magos que habían pertenecido a aquella casa.
Ya habían concluido las clases del primer día y los alumnos tuvieron la libertad de vestirse más coloquial.
La joven Weasley vestía con un precioso jersey azul claro y pantalones vaqueros.
Tenía el cabello recogido con una coleta, siempre lo llevaba recogido.
-Menudo día, no hemos hecho sino empezar el curso y ya nos ha mandado deberes- se quejaba Fred mientras se sentaba al lado de su primo Albus.
Todos estaban en las afueras de los muros de Howgarts, cerca de la casa de Hagrid.
-Sí, ya podría haberse limitado a mandarnos solo los ejercicios de la clase de hoy- le seguía Teddy Remus.
-Pero, ¿qué decís? Yo lo veo fascinante- Victoire parecía muy animada.
-¿De qué profesor habláis?- preguntó Clara.
-Es el estirado del profesor Snape- le respondió Fred mientras masticaba lo que parecía una gominola.
-Nos ha mandado 20 ejercicios para pasado mañana- añadió James.
-Sí que son ejercicios- se sorprendió Rose.
-Y no solo se limitó a mandarnos ejercicios, también los quiere bien resueltos- se lamentaba Fred.
Todos rieron, sabían lo mal que lo llevaba Fred Weasley con esa asignatura y con la de pociones.
-Es un profesor muy serio y extraño- dijo Molly.
-¿Extraño?- preguntó Albus.
-Sí, se dice que era un fiel siervo de Voldemort- murmuró Dominique.
-¿Cómo es posible que lo dejen en Howgarts? El Ministerio de Magia no sabe lo que hace- se quejaba Rose.
-Pero, ¿qué dices? Mi padre me explicó que el profesor Snape ayudaba al director Albus Dumbledore y que solo se hacía pasar por un mortífago, pero para informar al director de lo que pensaba hacer Voldemort- intervino Albus.
-Es verdad, por eso nuestro padre le puso el nombre del profesor a Albus- añadió James.
-Por cierto, ¿quién es ese?- señaló Fred a Eric.
-Oh, él es nuestro amigo, Eric Jhones- presentó Rose con una simpática sonrisa.
Eric dibujó esa preciosa y traviesa sonrisa para saludar a todos los presentes.
-Bienvenido al grupo- saludó Teddy mientras su color de cabello cambiaba a un color rosado.
-Gracias...- dijo tímidamente el chico.
-Hablando de miembros del grupo, ¿no falta alguien?- interrumpió Fred.
Todos se miraban entre sí, no parecía que faltase nadie.
-Falta Scorpius- respondió Clara.
-Es cierto, ¿dónde está?- lo buscaba Dominique.
-¿A quién le importa dónde está? ¿Desde cuándo ha entrado a nuestro grupo? James mismo dijo que su padre fue un mortífago- intervino Rose.
-Eso no tiene nada que ver, Rose. Scorpius no tiene culpa de lo que haya hecho su padre, es nuestro amigo- defendió Albus.
-Sea como sea, presiento que no es de fiar- seguía en sus treces.
-¿Por qué dices eso?- preguntó Molly.
-Mi padre me contó cómo fue Draco Malfoy con mi tío Harry, con mi padre y con Hermione Malfoy... No creo que Scorpius sea mejor que él- respondió bastante segura de lo que decía.
Tal vez tuviera razón o puede que no, lo que estaba claro es que no le importaba lo que fuera del chico... Scorpius, que se escondía tras un frondoso árbol, había escuchado la conversación por completo y no pudo evitar el sentir un fuerte dolor en el pecho al oír aquella acusación injustificada de su compañera y de la que consideraba amiga.
No quiso aparecer ante ellos después de lo que había escuchado, le costaba disimular serenidad, por lo que decidió volver a los muros de Howgarts y refugiarse en la casa Slytherin.
Llegando hasta la sala común de su casa, sintió escalofríos y miedo.
Miró de un lado a otro, pero no hallaba a nadie, por lo que no podía entender el por qué de su miedo.
Volteaba una y otra mientras bajaba las escaleras, pero no veía a nadie... ¿Por qué tenía la sensación de que lo estaban siguiendo?
Bajaba las escaleras lo más rápido que podía, pero no se fijó en quién estaba ante él y tropezó con una alumna de la casa Hufflepuff.
-¡Ay!- se lamentaba por el fuerte golpe que había recibido en su muñeca derecha, sin duda le quedaría un gran hematoma.
-Lo siento mucho, no fue mi intención...- dijo la muchacha con una dulce voz.
-No te preocupes, no es culpa tuya... Debí mirar por dónde iba...- se entrecortó al ver el rostro de ésta.
La joven también era de primer año, su cabello era rosa (aunque a veces tornaba a violeta), sus ojos eran del mismo color (salvo en la oscuridad, se volvían castaños claros) y algo delgada.
Llevaba algunos libros en sus blancas manos.
-¿Seguro que estás bien?- seguía preocupada por él.
-Em... Sí... Gracias- medio sonrió y logró incorporarse, para ayudar a su compañera a recoger algunos libros que se le habían caído.
-Gracias a ti por la ayuda- sonrió tímidamente y continuó su camino.
-Espera, aún no sé cómo te llamas- la detuvo.
Ella volteó y miró los grisáceos ojos de éste y volvió a sonreír.
-Mi nombre es Anna White, ¿y tú?- tenía una voz preciosa.
-Scorpius Hyperion Malfoy- sonrió.
-Vaya, menudo nombre más largo...- reía.
-Lo sé- imitó a su compañera.
-Tengo que irme, pero me gustaría hablar contigo más a menudo... Si quieres, claro- se ruborizó.
Éste asintió con la cabeza y miró cómo se iba su nueva compañera, bastante contenta.
Por un momento, se le había olvidado que estaba huyendo de algo o de alguien... De cualquier cosa que lo hacía sentirse incómodo, pues podía percibir que lo estaban vigilando.
FIN DEL CAPÍTULO
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SEVERUS SNAPE |
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CALLEJÓN DIAGON |
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PASILLOS DE HOWGARTS |
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ALBUS SEVERUS POTTER Y SCORPIUS HYPERION MALFOY |
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LUCIUS Y DRACO MALFOY |
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TEDDY REMUS |
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FRED WEASLEY II |
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DRAMIONE (HERMIONE Y DRACO) |
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ANNA WHITE |
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DRACO MALFOY |
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SCORPIUS HYPERION MALFOY |
Ya llevo desde el primer capitulo leyendo esta historia y me pareció buena idea dejar un comentario. Quería felicitarte porque me parece una fantástica continuación de Harry Potter, tengo muchas ganas de ver como continua. Eso si me dejo un poco trabado lo del tío de Voldemort, no entiendo muchas cosas que han ocurrido, pero seguro que daras la respuesta a lo largo de la historia, de verdad estoy bastante intrigado. Continua y no desvanezcas, me gustaría ver el final de este relato.
ResponderEliminarBuenas Noches y Bendiciones.