El
cielo se tornó gris aquella mañana de agosto, en la casa de la
familia Potter se respiraba miedo... Sobre todo Hermione, ella no
podía evitar el estar preocupada por su único hijo, Scorpius.
Aún
eran las 6:00 de la mañana y no había dormido gran cosa desde que
llegaron a Privet Drive. La castaña se encontraba sentada en la
pequeña cocina de la casa mientras tomaba algunos sorbos de su té.
-No
has dormido nada- murmuró Draco desde el umbral de la cocina.
-No
puedo... Aún sigo dándole vueltas a lo de nuestro hijo- continuaba
mientras suspiraba amargamente- ¿Por qué le ha salido la marca de
Slytherin?-.
Draco
no sabía cómo explicárselo de modo que no le hiciera daño, tomó
asiento y cogió la mano de su mujer.
-La
familia de mi madre, casi siempre, perteneció a la casa Slytherin...
¿Nunca has oído hablar del heredero de Slytherin?- decía con una
voz apagada.
-Se
supone que el único heredero de la casa Slytherin era Voldemort-
meditó la castaña.
-Exacto,
pero el heredero de la familia Black es Scorpius... Cada 100 años
nace un heredero de nuestra familia, el cual debe de proteger...-
silenció por un momento y bajó la mirada.
-Draco,
¿qué es lo que debe proteger nuestro hijo?- le agarró con fuerza
su mano.
Éste
la miró a los ojos y acarició su mejilla.
-Será
mejor que no lo sepas, por ahora- le dijo no muy conforme con sus
palabras, deseaba decírselo pero sabía que no era el mejor momento.
-Draco,
por favor... Scorpius y tú sois lo más importante para mí- dejó
escapar un par de lágrimas.
-Precisamente
por eso, vosotros sois lo más valioso que tengo- medio sonrió y
poco a poco fue acercándose hacia el rostro de ésta y ambos fueron
cerrando sus ojos para sellar sus labios en un tierno beso.
Hacía
tiempo que no se besaban con esa dulzura, hacía tiempo que los
habían separado y no podían estar juntos.
Mientras
tanto, en la habitación de los jóvenes magos, un pequeño papel con
forma de gorrión apareció en la ventana y logró colarse por una
pequeña abertura.
El
gorrión reposó sobre Scorpius y éste abrió levemente sus
grisáceos ojos al sentir algo sobre su blanquecina mano.
Se
incorporó y tomó la nota, al abrirla se sorprendió de quién se
trataba:
Hola,
Scorpius
Te
sorprenderá saber quién soy, el caso es que querría hablar contigo
de algo que no puedo ocultar por más tiempo y mucho menos negar... O
eso creo.
Sé
que no nos hemos llevado muy bien que se diga, pero siempre he
pensado en ti como un buen compañero y amigo... Te espero en el
parque que está cerca de la casa de mi tío Harry.
Saludos.
Rose
Scorpius
no podía creer lo que acaba de leer, pero prefirió dar con su
compañera pelirroja antes de que se levantaran los demás y corrió
a prepararse. Tomó unos pantalones de color oscuro y una camisa
blanca. El chico no tardó en bajar las escaleras, pero se detuvo al
oír a sus padres hablando en la cocina.
-¿Qué
podemos hacer? Tarde o temprano, Morfin hallará la manera de dar con
nuestro hijo- se lamentaba Hermione.
-No
dejaremos que le haga nada, tranquila- intentó animar mientras la
abrazaba con fuerza.
El
joven Slytherin comenzó a ver la grandeza del problema, aunque no
tenía claro qué tenía que ver él con ese hombre. Por un momento,
meditó en la extraña marca que le había aparecido en su pecho e
intentó comprender lo que significaba todo aquello.
Pero
sus pensamientos se vieron interrumpidos al oír a sus padres salir
de la cocina y corrió a esconderse tras uno de los sillones del
salón.
Pudo
ver cómo subían por las escaleras hacia las habitaciones y
aprovechó para salir hacia el parque.
Ya
en aquel lugar, se encontraba una muchacha pelirroja con pantalones
cortos de color blanquecino y blusa azul. Había cogido la escoba de
su madre y sobrevoló sin el permiso de sus padres, por no decir que
éstos no son conscientes de que ella se había escapado de casa.
-Weasley-
la llamó Scorpius mientras llegaba hasta donde se encontraba ella.
-Hola...-
murmuró un tanto entrecortada y mirando de un lado a otro,
asegurándose de que vino solo.
-¿Te
has escapado de casa?- se sorprendió de verla tan temprano y tan
lejos de su casa.
-No...
Bueno, sí- tragó saliva e intentó calmarse- Me escapé para hablar
contigo- lo miraba con miedo.
-¿Hablar
conmigo? ¿De qué?- se acercó.
-Bueno...
Yo...- sentía pánico- Sé que no nos hemos llevado muy bien, pero
creo que somos amigos...-.
-¿Estás
bien?- sabía que estaba muy extraña.
Ella
solo lo miró a los ojos mientras tragaba saliva y jugueteaba con sus
finas manos.
-Lo
que te quería decir es... Es que...- estaba a punto de declararse,
pero justo ve llegar una lechuza con una carta para Scorpius.
El
plumado animal dejó caer dicha carta en las manos de éste.
-¿Una
carta de Anna?- se sorprendió, no esperaba recibir nada en ese día.
Rose
sintió que algo se rompía en su pecho y prefirió guardar silencio.
-Luego
la leo, primero estabas tú- guardó la carta en su bolsillo y miró
a su amiga, pero ella no estaba muy dispuesta a confesarle lo que
sentía por él.
-Lo
siento, no era nada importante- se alejaba de éste y cuando
consiguió alejarse de todos, tomó su escoba y a punto estuvo de
prender vuelo, pero Scorpius la detuvo llamándola por su apellido.
-¿A
dónde vas? Dudo mucho que no sea nada importante si has venido hasta
aquí tan temprano y...- fue interrumpido.
-¡No
es nada!- salió volando hasta desaparecer en las oscuras nubes y
comenzó a llover.
Scorpius
no entendía nada y mucho menos el por qué empezaba a enojarse por
el comportamiento que acababa de tener Rose con él.
Caminaba
hacia la casa de los Potter con la cara muy seria, no le importaba
que se estuviera mojando, estaba sucumbido en sus pensamientos y en
su enojo.
Mientras
tanto, en las altas nubes y con lágrimas en sus castaños ojos, Rose
no podía evitar el sentir celos por Anna. Aunque su compañera no
tuviera culpa alguna, no podía dejar de sentirse así.
Desde
su casa hasta Privet Drive le llevaba 3 horas en coche, pero en
escoba y a la velocidad a la que iba solo tardaría casi 1 hora.
En
casi todo el país llovía fuertemente, apenas podía ver tras las
cargadas nubes hasta que descendió un momento para comprobar dónde
se encontraba.
Efectivamente,
aún llovía. Al descender, divisó la montaña donde se encontraba
su pequeña casa y voló más velozmente bajo las nubes, ya que nadie
podía verla.
Poco
a poco, consiguió aterrizar tras su casa y guardó la escoba de su
madre en el garaje que se encontraba fuera de la acogedora casita.
Justo
cuando cierra la puerta del garaje, el gato negro que poseía su
madre por herencia familiar, bajó del techo y Rose se asustó.
-Me
has asustado- susurraba al animal.
-Entonces
no te han prestado la escoba, ¿verdad?- murmuró el gato mientras se
sentaba en la húmeda tierra.
-Es
evidente que no- se enojaba ésta mientras caminaba hacia su casa.
-Rose,
¿a dónde has ido? Si tus padres se enteran...- lo interrumpió
ésta.
-No
se van a enterar, porque tú no les dirás nada- detuvo su marcha y
lo cogió en brazos.
-Aunque
quisiera, no podría- reía el animal mientras ella caminaba hacia el
porche de la casa.
-No
estoy de humor... Ese idiota- resopló ésta y se detuvo frente a las
tres escaleras que la llevaban a la entrada.
Allí
le esperaba su hermano pequeño de 10 años, Hugo.
-¿Hablando
sola otra vez?- la miró de arriba a bajo.
-No
hablaba sola, estaba hablando con Nerman- respondió con naturalidad
y subió las escaleras para sentarse en el pequeño banco de madera
de color claro.
-Eso
es peor, los gatos no hablan- se sentó al lado de su hermana. Nadie
podía hablar ni entender a Nerman, solo Rose podía hablarle y
escucharle hablar. Desde que la pelirroja era pequeña, siempre tuvo
esa habilidad de hablar con dicho animal.
-Al
menos él es el único que me escucha- suspiró y bajó la mirada
mientras acariciaba al gato.
-Eso
no es verdad, yo te escucho- defendió el pequeño pelirrojo.
-Sí,
pero a ti no puedo contártelo todo- se levantó para entrar en su
casa, pero su hermano tenía algo que decir.
-Tampoco
puedes contarme a dónde has ido y el por qué te pillé guardando la
escoba de mamá en el garaje, ¿cierto?- dibujó una sonrisa traviesa
y su hermana lo miró preocupada.
-Júrame
que no les dirás nada, por favor- suplicaba con la mirada y en voz
baja.
-Te
lo juro si...- se puso a pensar y tras varios segundos- Si me dices a
dónde has ido-.
Rose
no podía contarle el motivo de su “escapada” a Privet Drive,
sabía que le haría bromas y amenazas si le contaba la verdad.
-Solo
quise practicar, Scorpius siempre me deja en segundo lugar...-
mintió, pues el mejor con la escoba no es otro que su primo Albus y
un compañero de Ravenclaw, Raimond.
-No
me mientas- se puso frente a ella.
-Es
la verdad- estaba asustada por si éste la delataba.
-¿Qué
hacéis los dos fuera de casa tan temprano?- les interrumpió la
ronca voz mañanera de su padre, Ron.
Los
dos jóvenes miraron hacia él y entre balbuceos lograron esquivar la
pregunta.
-Vamos,
entrad- les ordenó mientras se rascaba el ojo derecho y cedía el
paso a sus dos hijos.
Dentro
de la casa, todo era acogedor y rústico. La cocina y el salón
estaban juntos en la planta baja, mientras que las habitaciones se
encontraban al final de las escaleras que habían entre la cocina y
el pequeño salón.
Alice
estaba arriba, ordenando su habitación y del cuarto de Hugo y Rose
se podía apreciar cómo la ropa sucia de ambos salía de sus
habitaciones y bajaban por las escaleras, flotando en el aire, hasta
la cesta de la ropa que se encontraba encima de la mesa de la cocina.
La
sartén estaba en el fuego, preparando un exquisito desayuno con
baicon y huevos, mágicamente los instrumentos de la cocina se movían
y hacían su trabajo.
Ron
tomó la cesta de la mesa y la puso en el suelo cerca de la entrada,
ya que la lavadora se hallaba en el garaje.
La
ropa continuaba bajando, hasta dar con la cesta. Una vez que se había
llenado, la puerta se abrió y la cesta se elevó para ir hasta el
viejo garaje y la puerta se volvió a cerrar.
-Rose,
¿por qué tienes la ropa empapada?- la miró Ron mientras acercaba
un pequeño plato a la tostadora que ya había comenzado a calentar
las tostadas por sí sola.
-Es
que... Salí a buscar a Nerman- mintió y le dedicó una mirada
fulminante a su hermano pequeño.
Hugo
se encogió de hombros y medio sonrió a su hermana.
-Odio
a los gatos- refunfuñó Ron a la vez que tomaba las tostadas y las
ponía sobre la mesa.
-Oye
papá, ¿podemos ir a comprar algo en la tienda de tío George?- se
entusiasmaba Hugo.
-¿Más
artículos de broma?- preguntó con cierto tono insatisfecho su
madre, Alice, que bajaba las escaleras con dos cartas de Hogwarts.
-¿Por
qué no? George me dijo que le habían llegado productos de broma que
estaban bien de precio y...- a Ron le encantaba, al igual que su
hijo, la tienda de su hermano mayor.
-Todo
eso está muy bien, pero Hugo ya comienza su primer año en Hogwarts
y debemos comprar el material escolar de nuestros hijos- explicaba
Alice mientras le entregaba ambas cartas abiertas a su marido.
-¿Ya?
Dumbledore no pierde el tiempo- resopló el patriarca mientras tomaba
asiento.
-¡Qué
guay! ¡Por fin tendré mi propia varita!- Hugo estaba más
ilusionado por su nuevo material escolar que ir a la tienda de su
tío.
Rose
no parecía estar muy ilusionada esta vez, se había enojado esta
mañana con Scorpius y el verlo este año con Anna la ponía enferma.
-Sí,
pero aún no puedes hacer magia con ella fuera de la escuela- se
quejaba la pelirroja.
-Y
doy gracias- confesó Ron al recordar los problemas que tuvo su mejor
amigo y cuñado, Harry.
Alice
miró a su hija y Rose se adelantó a responder a la pregunta que le
iba a hacer su madre.
-Salí
a buscar a Nerman- medio sonrió, aunque Alice no la creía del todo.
Ya
casi había dejado de llover, aunque los cielos se mantenían
nublados y esto ayudó a que las lechuzas sobrevolaran los cielos y
llevaran las cartas a los futuros estudiantes de Hogwarts.
FIN
DEL CAPÍTULO
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