Lo único que sabía era que se encontraba en una celda vieja y húmeda, con grilletes oxidados y una pequeña ventana con gruesos barrotes que le permitían ver el cielo.
La puerta que había frente a ella era de un tronco mágico resistente a todo tipo de hechizos, salvo por la varita de aquel que la custodia.
Hermione no sabía gran cosa desde hace varios meses de su secuestro.
No había visto a Draco y anhelaba estar al lado de su hijo, pues sabía que ya había pasado el primer año de curso en la escuela de magia.
Estaba algo despeinada, un poco sucia de estar allí encerrada y con la misma ropa de aquel día.
Apenas probaba bocado, pero el mero hecho de querer sobrevivir para volver a ver a su familia y amigos le daba fuerzas para tener apetito y comer lo poco que le traían.
Dejaba escapar varias lágrimas de sus castaños ojos, no sabía por qué la mantenían allí encerrada y solo le preguntaban por Draco y Lucius... ¿Qué podía saber ella? Draco no le había contado nada con respecto a lo que había sucedido con su padre y tampoco había vuelto a ver a su suegro desde su supuesta desaparición.
El consuelo que le quedaba, lo único que la ayudaba a estar firme, era que Scorpius estaría en buenas manos, ya sea con Harry o Ron.
En ese momento, abren la pesada puerta y ve entrar a Morfin Gaunt con Jessica, la joven que era mitad bruja y mitad sirena.
-Buenos días, Hermione Malfoy- murmuró Gaunt con una horrible sonrisa.
La castaña lo miró con rabia, pero no dijo ni una sola palabra.
-Tenemos un regalo para ti, espero que lo disfrutes- reía el anciano mientras salía de la celda, dejando que Jessica apuntara hacia ella con su varita para obligarla a salir.
Por primera vez, Hermione pudo mirar dónde se encontraba, al salir de su celda recorrió un helado pasillo que daba a otras celdas más cercanas a la salida.
Cuando atravesó la puerta de hierro que la llevaban hacia la "libertad", la castaña contempló el hermoso paisaje que rodeaba la gran casa terrera que se encontraba a pocos metros de aquella "prisión".
No era muy grande aquella casa y tenía un color amarillo chillón, pero con el poco mantenimiento que tenía el color se aclaró y las plantas que rodeaban la casa fueron creciendo de tal forma que el jardín quedó totalmente descuidado.
En la entrada de la casa, algunos mortífagos que lograron escapar de la justicia mágica, miraban a la castaña de arriba a bajo con desprecio. Sabían que Hermione no era una "sangre pura" como ellos, por lo que la despreciaban a pesar del apellido que llevaba.
A medida que se adentraba al fondo de la casa, Morfin se detuvo en el umbral de la puerta del gran salón.
-Espero que nos perdones, no pudimos traerlo de otro modo- burló y dejó que ésta entrara al acogedor salón.
Inmediatamente, al reconocer de quién se trataba, Hermione dejó escapar varias lágrimas acompañadas de unos pequeños gimoteos mientras se acercaba hacia su marido.
Estaba sentado en una silla y atado de manos y pies. Le habían golpeado en el ojo izquierdo, en el labio, el estómago y cerca del pecho izquierdo.
En el resto del cuerpo, habían hematomas de varios tamaños y su respiración algo agitada preocupaba a la castaña.
-Draco... ¿Cómo estás? ¿Qué te han hecho?- le susurraba ésta a la vez que luchaba por no llorar.
-Estoy bien... Me duele un poco los golpes, sobretodo el ojo- le respondió mirándola a los ojos.
Hermione lo miró con preocupación, quería preguntarle por si su hijo estaba bien y éste asintió levemente.
-¿Emocionada, Hermione?- sonreía despreciablemente el anciano.
-Esto es indignante. Él es un sangre pura, ¿por qué lo tratáis de este modo?- se enojó la muchacha.
-¿Acaso insinúas que lo hemos hecho con gusto? ¡Ni hablar! Draco Malfoy pertenece a un linaje puro y fuerte, pero el mero hecho de haberse unido a alguien como tú, es algo que lo convierte en un traidor- explicó con ira en su mirada.
-¿Por qué hacéis esto? Voldemort ha muerto, ya no podéis revivirlo- defendía la castaña.
-No es a Voldemort a quien quieren- detalló Draco.
Ella volteó de inmediato hacia él y por un momento deseó pensar que no se trataba de su hijo.
-El hecho, es que estamos buscando al heredero de la casa Slytherin y junto a él a los herederos de las casas restantes: Gryffindor, Hufflepuf y Ravenclaw- continuaba Morfin- Claro está que pensé en ti, Draco, ya que la leyenda habla de un sangre pura de la familia Black... Pero no eres tú, si así fuera ya llevarías la marca de Slytherin-.
La pareja tragó saliva y su corazón comenzó a latir con más fuerza.
-Lo que me lleva a pensar que se trata de vuestro único hijo, Scorpius Hyperion Malfoy- se sentó en una gran butaca.
-De ningún modo permitiremos que le pongas una sola mano encima a nuestro hijo- se enojaba la castaña.
-Claro que no puedo tocarle... Si el chico muere, no se cumplirá la profecía- comenzó a reír.
Hermione y Draco se encontraban en un gran problema, pues no sabían cómo alertar a sus amigos y compañeros para proteger al chico... Pero tampoco sabían qué es lo que se les venía encima si no encontraban a su hijo.
En esa misma mañana y en un lugar mucho más lejos de donde se encontraba la familia Malfoy, Harry y Ginny decidieron pasar la noche en casa de Arthur y Molly Weasley junto a Ron y Alice.
Harry estaba sentado en una de las sillas de la cocina y bebiendo una taza de leche caliente. Apenas había pegado ojo con lo que había pasado esa noche y el mero hecho de no entender lo que estaba sucediendo, lo ponía más nervioso.
-No has podido dormir, ¿verdad?- preguntó Ron que acababa de levantarse, tampoco pudo dormir gran cosa y sabía que Harry estaría igual.
-Es cierto, no he podido- suspiró.
El pelirrojo tomó una taza y la llenó de café, luego tomó unas pocas galletas que había hecho su madre y se sentó frente a su amigo.
-No puedes evitar que pasen cosas, Harry. Voldemort ya no está y el resto de problemas ya son cosas de los demás... Bastante te has amargado ya por culpa de ese loco- intentaba animarlo de algún modo.
-Sí, pero no es tan sencillo, Ron. Draco confió en mí para que fuera el padrino de Scorpius, por lo que sí es una responsabilidad mía- miró a su mejor amigo.
Ron suspiró amargamente y miró a su taza mientras mojaba una galleta.
-Ese tío me enferma, te lo juro... Pero es el marido de mi mejor amiga- dijo con un tono apagado.
-No es tan malo como crees- reía Harry.
-Eso es lo que tú piensas, pero a mí no me va a engañar tan fácilmente- replicó.
-No me digas que aún le tienes manía por estar con Hermione- dijo al cogerle una galleta al pelirrojo.
-No es manía y mucho menos por lo de Hermione, solo es que no puedo olvidar tan fácilmente todo lo que nos ha hecho- miró para otro lado, como sonrojado.
-Entiendo- concluyó Harry y mordió la dulce galleta que había hecho su suegra.
Mientras tanto, una joven pelirroja entraba en la habitación donde se encontraba su compañero Slytherin que aún dormía.
Rose consiguió levantarse y llegar hasta ahí sin despertar al resto y sin ser descubierta por su padre y tío.
Cerró la puerta con sigilo y poco a poco se fue acercando al chico.
Llevaba un pijama de color claro y el cabello atado con una coleta alta.
Iba descalza, así le era más fácil pasar desapercibida.
Ya llegando a la cama del chico, se sentó con cuidado en el borde y miró a su compañero. Se había quedado asustada por lo que le había pasado esa noche, así que quería verlo antes que los demás para ver cómo se encontraba.
Quiso comprobar que no tenía fiebre, pero no se dio cuenta de que tenía sus manos un poco frías y al depositarla en la frente de éste, los grisáceos ojos del joven se abrieron.
Rose se asustó, no quería que la descubriera allí y se levantó enseguida, pero él la agarró firmemente de la muñeca y la obligó a sentarse nuevamente.
-¿Qué hacías?- le murmuró, no quería despertar a nadie.
-Nada- respondió rápidamente y volvió a intentar escapar, pero no soltaba su muñeca.
-La próxima vez no te lo preguntaré- amenazó con su varita y sin soltarla.
La chica pelirroja volvió a sentarse y meditó en si debía decirle la verdad o no. Bajó la mirada y apenas pudo decir nada.
-¿Weasley?- se extrañó de verla así, no era propio de ella.
-Ya te he dicho que no era nada- dijo muy avergonzada y notó cómo él iba dejando de apretar su muñeca.
-Lo siento, por lo de anoche... No quise tratarte mal- la miró seriamente, aunque se le notaba que lo decía con sinceridad.
-La culpa fue mía... También- Rose estaba tan colorada que apenas se podía distinguir su color de cabello de la cara.
Scorpius dejó su varita en la mesa de noche y soltó la muñeca de su compañera.
-Será mejor que te vuelvas a la cama, pensarán lo que no es- murmuró y ella lo miró de inmediato.
-¿Crees que serán capaces de pensar algo así de nosotros?- lo dijo muy sorprendida.
-Tal vez- se encogió de hombros.
Rose volvió a bajar la mirada y cerró los ojos por un momento, no supo por qué pero se imaginó semejante situación.
-¿Tú crees que pueda pasar?- tenía miedo de mirarlo, miedo a lo que le podría contestar.
Por un momento, hubo un largo silencio y ya que ella no era capaz de mirarlo, decidió responder a su pregunta.
-¿Qué esperas que pase?- murmuró con un tono muy serio y Rose notó cómo le latía el corazón fuertemente.
Otra vez hubo silencio, pero no duró tanto como el primero.
-Solo quiero garantizarme de que no... Bueno...- no comprendía por qué le temblaba tanto la voz, ya no se sentía tan segura como antes y le dolía el estómago de lo nerviosa que se encontraba.
-De que no sentiremos nada por el otro- concluyó éste la frase muy firme y ella lo miró muy nerviosa aunque trataba de disimularlo.
Una vez más hubo silencio, sin embargo Scorpius comenzó a acercarse lentamente hacia ella y Rose no quiso moverse, solo esperó a qué él llegara hacia ésta.
Se miraban fijamente y el silencio era tal, que la muchacha creyó oír los fuertes y acelerados latidos de su corazón.
Sabía que iba a ser su primer beso, pero ¿de qué otro modo iba a comprobar lo que sentía por él? Tampoco es que estuviera interesada en alguien en particular.
Scorpius fue cerrando sus ojos lentamente y Rose también, aunque no tenía ni idea de cómo continuar.
Pero en ese momento, oyen unos pasos que vienen de las escaleras y el chico vuelve a abrir sus ojos y mira hacia la puerta, nervioso.
-Será mejor que te vayas- le susurró a la pelirroja.
-No traje mi varita y si salgo me pillarán- le explicó en el mismo tono de voz que él.
Inmediatamente, Scorpius toma su varita y apunta hacia ella.
-Desaparecer- conjuró el chico con un susurro hacia su compañera e inmediatamente desapareció.
Aparecen Harry y Ron justo cuando él deja su varita en la mesa noche.
-Vaya, no sabía que ya te habías despertado- dijo Harry con una media sonrisa.
-Ya me encuentro mejor- respondió, fingiendo que se acababa de levantar.
Mientras tanto, Rose aprovechaba para escapar y llegar hacia su habitación para deshacer el hechizo de Scorpius.
Finalmente, después de esquivar a todos los que se iban despertando y saliendo de sus habitaciones, Rose entró en su cuarto y tomó su varita para deshacer el hechizo lo más rápido que podía y salir a desayunar como los demás.
Cuando sale, se encuentra con su prima pequeña, Lily. Las dos comienzan a bajar y a hablar de cómo habían pasado la noche y demás, como si nada hubiera pasado... Aunque no podía evitar el sentir ese dolor en su pecho de lo nerviosa que se había puesto por su casi primer beso con Scorpius, su rival en los hechizos.
FIN DEL CAPÍTULO
![]() |
DRAMIONE |
![]() |
SCORPIUS Y ROSE |
![]() |
ESCONDITE DE MORFIN GAUNT |
![]() |
CASA DE ARTHUR Y MOLLY WEASLEY |
No hay comentarios:
Publicar un comentario