miércoles, 19 de febrero de 2014

8. Setas duende y ogros.

Todo parecía estar en orden, la noche inundaba las pequeñas callejuelas de Privet Drive y los pasos de un extraño hombre llamó la atención de la lechuza de los Potter.
Tocó dos veces la puerta y se cruzó los brazos para entrar en calor.
-¿Draco?- se extrañó Harry al verlo cubierto de cenizas y con el rostro algo desfigurado por el miedo.
-No tengo mucho tiempo... ¿Puedo pasar?- murmuró con mirada suplicante.
Harry no tardó en dejarle pasar y cerrar la puerta.
-Ginny, trae una taza de calabaza y algo de ropa- pidió éste mientras acompañaba a su amigo a la sala.
-Cielos, Draco... ¿Y Hermione? ¿Estáis bien?- se preocupó Ginny.
-Hermione está... Está...- parecía estar en shock.
-Ginny, por favor, ve a traerle algo de ropa limpia- rogó Harry sin dejar de ayudar a Malfoy a tomar asiento.
La pelirroja subió rápidamente las escaleras y los dejó solos.
-Tranquilo, estás a salvo- dijo el joven Potter.
-No... No lo estoy- continuaba mientras aguantaba las lágrimas- Y si me ven aquí, vosotros tampoco estaréis a salvo-.
Harry tragó saliva, estaba empezando a preocuparse por Hermione.
-¿Qué os ha pasado?- intentó mantenerse sereno.
-Estaba en la tienda, todo iba bien... Pero cuando regresé a mi casa, Hermione no estaba y...- empezó a dejar caer algunas lágrimas- Y toda mi casa estaba reducida a cenizas. No encontré a Hermione, sé que está viva...-.
Harry no podía creer lo que estaba oyendo, ¿cómo pudo suceder algo así?
-¿Cómo sabes que Hermione está viva?- necesitaba saber que su amiga estaba a salvo.
-Porque no encontré su cuerpo por ninguna parte... Además, encontré una nota en los escombros- silenció su voz, pues no quería comprometer a Harry en lo que solo él y su padre sabían.
Ginny apareció con ropa limpia de su marido para Draco y le había preparado el baño para que pudiera asearse un poco.
Éste, agradecido, tomó las vestimentas y subió a darse un baño.
Ginny miró a Harry con una mirada cómplice y fueron hasta la cocina, para hablar más íntimamente.
-¿Qué es lo que ha pasado? ¿Dónde está Hermione?- susurraba la pelirroja, por si acaso que la oyera su invitado.
-Por lo visto, Draco tiene problemas... Quemaron su casa y se llevaron a Hermione, pero no me dijo quiénes y tampoco el por qué- se igualó al tono de voz de su mujer y su cuerpo comenzó a tensarse. Temía por su amiga, ¿qué podría hacer? ¿Por dónde empezaría a buscar? ¿Qué es lo que sabe Draco?
-Harry, Draco ahora es nuestro amigo, pero no puedo evitar sentir cierta desconfianza por su actitud. Hermione me contó que lo notaba extraño, como asustado... ¿Tú sabes algo?- se cruzó de brazos.
-No, nada. Sé tanto como tú- tragó saliva.
-Será mejor no decirle nada a Ron... Esto lo volvería loco- bajó la mirada.
-Ese es el problema, ¿cómo podemos ocultárselo a Ron?- Harry no era capaz de decírselo a su mejor amigo, pero tampoco podía mentirle.
-Se enterará igualmente- murmuró Draco desde el umbral de la cocina, limpio y bien vestido con una camisa blanca y pantalones vaqueros.
Ginny y Harry tragaron saliva, no esperaban verlo.
-Harry, necesito pedirte un gran favor...- dijo sin moverse de la entrada.
-¿De qué se trata?-.
-Cuida de Scorpius hasta que solucione este problema, por favor. No permitas que le pase nada y no le cuentes lo que te he dicho... Dile que Hermione y yo nos fuimos a Rumanía a visitar a mi padre- continuaba mientras intentaba mantener su llanto- Intentaré regresar con Hermione lo antes posible... Pero si en este año no regreso, tú serás el padrino de Scorpius-.
-No... Draco, dime qué es lo que pasa, quiero ayudaros- Harry sintió un nudo en el pecho.
-Es mejor que no lo sepas, así podrás cuidar de Scorpius por nosotros. Tengo que irme- concluyó y aceleró sus pasos a la puerta de la casa, pero Harry no dejó que se marchara aún.
-¿Quién os ha hecho esto?- lo miró a los ojos, como esperando hallar una respuesta indirecta.
Draco tardó en responder, bajó la mirada y suspiró.
-Ni yo lo sé- se limitó a decir y salió de la casa mientras miraba cada rincón de la calle.
Harry quiso seguirle, pero algo le decía que lo dejara estar, al menos por ahora.
Cerró la puerta, pero no pudo soltar el pomo... Tenía miedo y ahora más, pues no tenía ninguna pista que le pudiera dar alguna explicación de lo sucedido.
-Harry...- murmuró Ginny.
-No puedo quedarme de brazos cruzados- dijo entre dientes.
-Lo sé, pero si eres el padrino de Scorpius no puedes arriesgarte por ahora... Ayuda a Draco cuidando del chico y cuando sea el momento, lo haremos de otro modo- intentó animarle.
Harry se sentía impotente, pero entendía que Draco quería solucionarlo solo.
-Voy a enviarle una carta al director Dumbledore, puede que él sepa algo- finalizó éste con la conversación y subió a su habitación.
Los Potter no eran los únicos que no podían pegar ojo.
El hijo mayor de éstos, James, no hacía sino dar vueltas en su cama y frunciendo el ceño.
Estaba soñando y no parecía ser acogedor...
-¡No!- gritó sobresaltado y despertando de aquella tortura.
-James, ¿qué pasa?- se preocupó Fred.
James miró de un lado a otro, se dio cuenta de que estaba en Howgarts, a salvo.
-Nada... Solo ha sido una pesadilla...- murmuró jadeando y secándose el sudor de la frente.
-¿Estás seguro?- Albus se había asustado.
-Sí, tranquilo- sonrió éste y rebujó el cabello de su hermano pequeño.
Parecía que no era algo de qué preocuparse, por lo que volvieron a acostarse.
Varias horas pasaron y los leves destellos del sol otoñal comenzaron a penetrar en los cristales de las enormes ventanas del castillo, ya era hora de comenzar con las clases y los alumnos de Gryffindor y Slytherin de primer año tuvieron su primera clase de Herbología.
-Buenos días a todos- saludó la rechoncha profesora Sprout.
Éstos saludaron cordialmente a su maestra y prestaron atención a la lección.
-Tal vez, muchos de vosotros, no haya tenido la oportunidad de plantar setas duende- explicaba mientras se ponía sus usuales guantes.
-¿Setas duende?- se extrañó Rose.
-Así es, setas duende- continuaba con su explicación- Estas setas son conocidas como tal, debido a que es el alimento preferido de los duendes-.
Scorpius levantó la mano y ésta le cedió la palabra.
-Pero también las usamos para regenerar huesos o para la pérdida de memoria- detalló el chico.
-Excelente, 5 puntos para Slytherin- sonreía la profesora, orgullosa de tener alumnos de primer año muy brillantes.
Clara y Albus dirigieron una leve mirada a su amiga Rose, pero ésta no se inmutó en elevar su mano para competir con Scorpius y se sorprendieron de esto.
-Bien, para plantar setas duende lo primero que tenéis que hacer es poneros vuestros guantes, coger vuestras herramientas y buscar el lugar idóneo para plantar las setas- concluyó y salió la primera, para guiar a sus alumnos hacia el bosque prohibido con Hagrid como guía y protector.
Se habían adentrado bastante, pero hacía buen tiempo y todo parecía estar en completo orden.
-Este parece el lugar perfecto- continuaba mientras volteaba hacia sus alumnos- Ahora, en grupo de dos buscaréis setas duendes, ¿alguien sabría decirme dónde se encuentran?-.
Rose levantó la mano y Scorpius hizo igual, pero al ver que ésta quiso responder bajó su mano.
-Señorita Weasley- cedió la palabra.
-Normalmente, las setas duende crecen en las cortezas de algunos árboles, pero si no se plantan en tierra adecuada, podrían morir- respondió la pelirroja.
-Muy bien, 5 puntos para Gryffindor. Excelente, pues ya sabéis dónde buscar, pero no os alejéis, aquí hay suficientes setas duende y no será necesario adentrarnos- concluyó la maestra y dividió los grupos.
Casualmente, Rose y Eric estaban juntos... Pero Scorpius ni se inmutó. La pareja de éste era Albus y tampoco se relacionaba tan mal con él, casi podía confiar en el joven Potter.
Todos comenzaron a buscar setas en las cortezas de los árboles que estaban al rededor, pero Rose quiso ganar más puntos para Gryffindor y quiso alejarse un poco.
-Esto... Rose, no me parece buena idea que nos alejemos tanto- se preocupaba su compañero.
-Tranquilo, es de día y sé el camino de vuelta. Si queremos conseguir más puntos para Gryffindor, las setas duende están en lo profundo de este bosque, cuando las plantemos serán aún más grandes que las de los demás- explicaba tan sencillamente, que Eric no dudó de ésta y la siguió sin rechistar.
Mientras tanto, Albus no hacía sino mirar de un lado a otro, no encontraba a su prima por ningún lado.
-¿Qué pasa?- preguntó Scorpius al verlo tan ausente del trabajo.
-Es que no veo a Rose ni a Eric- respondio, pero sin dejar de buscar a la pelirroja.
En seguida, el joven Slytherin comenzó a buscarlos con la mirada, pero tampoco los hallaba y se temía lo peor.
-Esa idiota- dijo entre dientes y tomó a Albus del brazo para adentrarse al bosque, logrando esquivar la vista de los adultos.
-Pero, ¿qué haces?- se preocupó el joven Potter.
-La idiota de tu prima se adentró en el bosque, sabe que encontrará más setas duende y por su estúpida manía de ser mejor que los demás, fue a buscarlas- explicaba mientras caminaba a paso ligero entre los árboles.
Albus lo seguía, confiando en que éste sabía lo que estaba haciendo.
Unos pasos muchos más lejos que los de ellos, se encontraban Rose y Eric. Miraban las cortezas de los altos árboles, pero no encontraban ninguna de las setas.
-Rose, no veo ninguna, ¿estás segura de que aquí habrán más?- volteó hacia tras, pero no reconocía el camino de vuelta.
-Claro que sí, solo... Solo hay que mirar mejor- ya no parecía estar muy segura y detuvo su ritmo al ver lo que parecía una gran madriguera.
-Vaya, ha comenzado a llover- se lamentó Eric.
-Tranquilo, nos refugiaremos en esa cueva- lo tomó de la muñeca y entraron en dicha madriguera.
Ambos vieron cómo llovía aún más fuerte y se alegraron de tener dónde refugiarse, pero no tardaron en notar cierto hedor que salía del interior de la cueva.
-Buaj... Qué mal huele- se taponó la nariz el muchacho y ella hizo igual.
De repente, las raíces que se encontraban en las paredes de la madriguera cobraron vida y sujetaron a Rose de los brazos.
-¡Ah!- se asustó la joven e intentó desatarse, pero eran más fuertes que ella y de nada le valía luchar contra ésta cuerpo a cuerpo.
-Tranquila, yo te ayudaré...- iba a lanzar un hechizo, pero el hedor se hizo más penetrante en su nariz y miró hacia el interior de la cueva, para su sorpresa, halló unos ojos grandes que lo miraban con cierta ira y tuvo pánico.
-Ro... Rose... ¿Qué... Qué es eso?- estaba temblando y la pelirroja también comenzó a sentir cómo le temblaban las rodillas al ver que se trataba de un gran ogro.
La criatura gruñó fuertemente y Eric no tardó en salir corriendo mientras gritaba, olvidándose de liberar a su amiga y compañera.
-¡Eric, no te vayas! ¡Eric, no me dejes aquí!- lloraba de miedo.
El ogro volvió a rugir con más fuerza mientras se acercaba hacia la pelirroja.
Mientras tanto, Albus y Scorpius iban a paso ligero por el bosque, en busca de sus dos compañeros. No les importaba la lluvia, pero al oír como si fuera un grito que se aproximaba hacia ellos, tomaron sus varitas y apuntaron hacia el frente.
-Espera- ordenó Scorpius al reconocer a Eric entre la lluvia y bajó la varita.
-¡Ayuda! ¡Tenéis que salvarla!- lloraba éste y ambos se miraron entre sí.
-Albus, quédate con él, volved con la profesora y avisadla- ordenó el joven Slytherin mientras corría por donde mismo venía Eric.
Albus obedeció a su compañero y fue con su amigo a buscar a la maestra.
Aunque corrían lo más rápido que podían, Rose no consiguió librarse del ogro que la había cogido con una sola mano.
El ogro era una criatura muy grande y malhumorada, no tan estúpida como los Trolls, pero tampoco eran tan avispados.
La chica no hacía sino gritar, pero de poco le valía porque el ogro gritaba más que ella, sin embargo, esto ayudó a Scorpius a encontrarla.
-Ay, madre...- resopló el chico al ver aquel ser con Rose.
-¡Ayúdame! ¡No me abandones, por favor!- lloraba ésta al ver a Scorpius.
El ogro miró hacia éste, pero no se movía, al ver que el chico permanecía quieto y sereno.
-Rose, te pido que no grites... Si gritas, se enfadará más y te podrá hacer daño- murmuró en la misma posición.
Ella asintió y tragó saliva.
El ogro se fue acercando muy despacio a éste, pero Scorpius se mantuvo firme y quieto.
Rose no entendía cómo iba a rescatarla, pero ya no estaba tan asustada como antes, ahora no estaba sola.
El ogro gruñó frente a la cara del muchacho, aún así, Scorpius no se inmutó y tomó fuertemente su varita.
-Petrificus Totalus- lanzó su hechizo a semejante ser y funcionó, pues se quedó petrificado en el suelo y Rose pudo zafarse de la gigantesca mano que la apresaba.
El chico la ayudó a levantarse tomándola de la mano y ella lo miró a los ojos, estaba avergonzada de cómo lo había tratado últimamente, aunque no fue capaz de expresárselo.
-Esto... Scorpius, yo...- intentaba darle las gracias de algún modo o disculparse, eran tantas cosas a la vez que no sabía por dónde empezar.
-Tranquila, no le diré a nadie que te he salvado y que tú solita te has librado del ogro- dijo con cierto tono molesto y volteó para dar con los demás, pero Rose lo tomó de la túnica y bajó la mirada.
El chico quiso darse la vuelta pero ella le rogó que no lo hiciera y obedeció.
-Por favor, no te des la vuelta... Me da vergüenza y si me miras pues... Pues no podré decirte lo que quería confesarte...- le temblaba la voz, pero él no le dijo nada.
La lluvia seguía cayendo cada vez más fuerte y Scorpius tuvo que darse la vuelta para animarla a que se refugiaran al menos, pero no esperó ver a la pelirroja llorando.
-¿Por qué lloras?- se asombró al verla así.
-No te odio, yo solo me metía contigo porque... Bueno, no lo sé, pero no te odio y yo... Yo lo siento por cómo te he tratado y lo que he dicho de ti- seguía llorando- Quería darte las gracias por ayudarme y que me perdones...-.
Scorpius no esperaba esto y sintió felicidad de ver que no le odiaba, a pesar de su rivalidad él la estimaba en gran manera.
-Tranquila, está olvidado y no tienes que agradecérmelo- sonrió y Rose imitó a su compañero, por primera vez sintió un ligero cosquilleo en su estómago al verlo sonreír hacia ella.
Entonces, Hagrid llega hacia éstos y guiado por Albus.
-Vaya...- susurró el joven Potter al ver a su prima y a Scorpius darse la mano en son de paz.
-Al final, todo acabó bien- sonrió Hagrid.
-Sí, pero nos va a caer una buena por lo de desobedecer a la profesora Sprout- se lamentó el chico.
-Es verdad...- tragó saliva el gigante.
Menos mal que todo había salido bien, nadie salió herido y apenas había que lamentar nada. Scorpius y Rose habían hecho las paces, aunque aún seguían compitiendo... Pero esta vez, ya no había discordia entre ellos.
FIN DEL CAPÍTULO

DRAMIONE

HARRY POTTER

CASA DE HAGRID

ROSE WEASLEY Y SCORPIUS HYPERION MALFOY






domingo, 16 de febrero de 2014

7. Secuestrada.

De madrugada y aún con el sereno del frío otoño, un chico de primer año va camino hacia uno de los hermosos jardines de Howgarts.
De vez en cuando, voltea hacia tras para garantizarse de que nadie lo está siguiendo y continua su paso acelerado. No llevaba su uniforme, para que no descubrieran de qué casa era (aprovechando que solo se veían bagas sombras en aquella neblina), solo su capa negra lo refugiaba del helado tiempo.
Al llegar a su destino, un claro y hermoso paisaje mágico, encontró la criatura que llevaba cuidando desde que llegó a la escuela.
-Buenos días, Cervatus- murmuró el muchacho con una dulce sonrisa, no quería sobresaltar lo que parecía un ciervo con alas plumadas.
El extraño ser era semejante a un ciervo, pero su color era blanco como la nieve y sus ojos azul cielo... Era hermoso contemplarlo, incluso sus preciosos y alargados cuernos blanquecinos.
-Hoy te he conseguido un poco más de comida... Pero no pude traerte los dulces de calabaza que tanto te gustan- decía mientras buscaba en su alargada capa negra lo que parecía un pequeño saco oscuro con algunos restos de dulces y verduras.
Al encontrarlo, sacó una hoja de lechuga y extendió su mano hacia el débil animal. Parecía que ya no le tenía miedo y comía de su mano, esto entusiasmaba al pequeño Malfoy, siempre quiso tener una mascota... Pero después de lo que había hecho la gata de su madre con el trabajo de su padre, ya no querían más animales.
-Debo irme, ya está amaneciendo y sabrán que me he escapado- le explicaba, como si pudiera entenderle.
Deja el pequeño saco cerca del Cervatus y marcha hacia la escuela con paso ligero.
Hacía mucho frío y sus labios ya comenzaban a tornar un color más morado, sus mejillas se sonrojaban y las manos quedaban blanquecinas.
De vez en cuando, se frotaba con fuerza y se las llevaba hacia su boca para calentarse mientras resoplaba.
Ya casi llegando a los muros de Howgarts, oye cómo si hubiera crujido una rama cerca de éste y volteó de inmediato con su varita en mano.
-Con que saliendo de madrugada, ¿eh?- le sonó aquella voz femenina.
-Oh... Weasley, ¿qué haces aquí? Me habías asustado- bajó su varita al volverse a girar y encontrarla frente a la escuela.
-No me digas, ¿qué haces andando por ahí? Si te pillan, te expulsarán- le regañaba con ambas manos en la cintura, como si fuera un jarrón delgado.
Éste descendió sus grisáceos ojos y tragó saliva, aún recordaba las duras palabras que ella le había dicho al grupo aquella vez.
-Como si te importara que me expulsaran- dijo entre dientes y encaminándose hacia las enormes puertas del castillo.
Rose no entendía de lo que le estaba hablando, no sabía que él le había escuchado decir aquellas cosas tan crueles.
-No he dicho que me importe, pero tus padres no tendrían por qué estar llevándose estos disgustos- seguía con su mismo tono severo y un poco confuso.
-¿Disgustos? No soy igual que lo fue mi padre, ¿sabes, Weasley?- le dijo con cierta rabia y pegándose hacia el rostro de su compañera.
-¿Qué... Qué quieres decir?- tragó saliva, no esperaba tenerlo tan cerca.
-Nada, ya veo que no eres tan lista como dices- continuó su camino hacia la escuela, dejándola con un montón de preguntas en la cabeza.
Ya dentro y dirigiéndose hacia las escaleras que lo llevarían hacia los pasillos, Rose se adelantó y se antepuso en su camino.
-¿Qué te pasa? ¿A qué ha venido eso?- lo miraba a los ojos, sin entender por qué sentía temor de verlo así... Casi parecía como si no quisiera que éste estuviera enojado con ella.
-¿En serio no lo sabes o es que te gusta hacer daño a los demás?- continuaba con un tono más airoso- No esperaba que James Potter acusara a mi padre de traidor y tampoco esperaba que tú fueras tan cruel conmigo... Sé que no te caigo bien, que me odias, pero ¿qué motivos te he dado para decidir cómo soy o cómo fue mi padre, sin conocernos tan si quiera? Te detesto, ojalá nunca nos hubiéramos conocido- la empujó y se encaminó a los alargados pasillos.
La joven Weasley no esperaba aquella reacción por parte de su compañero Slytherin, no supo qué decirle ni tampoco cómo reaccionar... Se había quedado en blanco, por primera vez en su vida.
-¿Rose? ¿Estás bien?- le preguntó Albus que justo había llegado con su amiga Clara Longbottom.
Ambos no sabían lo que le había pasado a la pelirroja con Scorpius y ella tampoco quería confesárselo.
-Nada, estoy bien- sonrió y los siguió hasta el gran comedor, para desayunar.
-¿Estás segura? Tienes muy mala cara- le insistía su primo.
Asintió con la cabeza y mirándolo a los ojos, pero no podía evitar el sentir cierto dolor por la desfachatez de su compañero Slytherin.
-¡Hola chicos!- saludaba Fred mientras le rebujaba el pelo oscuro de Albus.
-¿Qué tal?- llegó Teddy con Victoire y cogidos de la mano.
-Bien, un poco nerviosos por nuestra primera clase de vuelo- explicó Albus.
-¿Y vosotros?- preguntó Clara.
-Nosotros estamos buscando a James desde esta mañana, pero no damos con él- explicó Fred como si no fuera algo tan alarmante.
-¿Qué? Pero, ¿por qué?- se estaba preocupando Albus.
-Tranquilo, ¿es que no has oído los rumores? Dicen que una chica de la casa Ravenclaw está enamorada de él y quiso averiguar de quién se trataba- murmuraba Teddy con una simpática sonrisa.
-Teddy, no seas tonto- le llamó la atención Victoire- No le hagas caso, solo son suposiciones-.
-¿Suposiciones? ¿Y cómo ha llegado a creer eso?- se intrigaba Clara.
-Bueno, recibió una carta muy cariñosa- reía Fred.
-¿Y de quién?- insistió Clara.
-Eso es lo que no sabemos, era anónima- aclaró Teddy.
Ya habían llegado al gran comedor y fueron tomando asiento en sus respectivas mesas, hasta que vieron a James apoyando sus manos en su cabeza, parecía acabado.
-Vaya, vaya... Si es Romeo, ¿cómo te ha ido?- burlaba Teddy.
-No tiene ninguna gracia- lo miró como si estuviera cansado.
-Para ti, pero nosotros no hemos parado de reírnos- carcajeaba Fred.
-¡Vosotros sabíais que era la loca de Emma!- parecía algo enfadado.
Sus dos amigos comenzaron a reír más, mientras que Albus, Clara y Rose se miraron sin entender de lo que hablaban.
-No tiene gracia- les dijo, aún enfadado.
-¿Quién es Emma?- preguntó Albus.
Pero James prefirió no contestar y volvió a apoyarse en sus brazos.
-Emma es una chica... ¿Cómo lo diríamos? Algo especial, es una acosadora y lunática- explicaba Fred con una traviesa sonrisa.
-Sí, está loquita por tu hermano y mucho más ahora que él no quiere hacerle caso- reía Teddy.
-Le gustan los casos imposibles- concluyó Fred.
-Buenos días- saludó Eric con una sonrisa y mirando hacia Rose y luego a los demás, disimulando.
Albus parecía haberse dado cuenta de que algo les pasaba a ellos dos y medio sonrió.
-Vaya, al fin vemos a Malfoy- murmuró Fred mientras cedía espacio a su prima Molly Weasley (hija de Percy Weasley).
-Sí, ya apenas viene con nosotros- añadió Teddy un poco serio.
Todos esperaban oír la habitual coletilla de la pequeña Rose, pero se sorprendieron al contar hasta los 10 segundos y no hallar lo que estaban acostumbrados a oír.
-Rose, ¿estás bien?- preguntó Molly.
-Sí, ¿por qué?- miró extrañada a todos, ya que no hacían sino mirarla preocupadamente.
-Es que acostumbras a decir algo en contra de Malfoy y no has dicho ni que le odias...- explicó su prima.
-¿Qué pasa? ¿Por qué tengo que estar comentando algo sobre ese...? No es mi obligación hacerlo, así que no es extraño- dijo un poco alterada y salió del comedor.
Todos habían notado que algo le pasaba a la pelirroja y se miraron entre sí.
-Algo le pasa, sino no se habría puesto así- explicaba Albus.
-Sí, pero ¿con Scorpius? Sería raro...- se extrañó James.
-¿Y por qué no? Nunca se han llevado bien- aclaró Clara.
-No lo sé, es cierto que se llevan mal pero siempre andan juntos y compitiendo por todo... Ahora que ambos estén tan extraños, eso mosquea- detalló James.
Rose no quiso quedarse ni un minuto más en aquella mesa, temía que se le escapara lo que le había pasado en ese momento con Malfoy... No pudo evitar el sentir cierto mal estar por aquella situación que estaba viviendo en ese momento con Scorpius.
Algo así le pasaba a éste, pero no se movía de su mesa y comía sin hablar con nadie, realmente estaba muy enfadado.
Sus nuevos amigos de su misma casa lo notaban malhumorado, pero no se atrevían a acercarse para averiguar el por qué de su mala cara.
Tanto el grupo de Rose, como los amigos de Scorpius se sintieron un poco incómodos con el comportamiento tan raro de ambos y no sabían qué debían de hacer...
Pero para rarezas, Hermione apenas pudo concentrarse en su nueva historia debido a lo mucho que pensaba en Draco. Últimamente, lo veía actuar de un modo poco habitual, parecía como si estuviera nervioso o preocupado.
No dejaba de darle vueltas, hasta que alguien llama a la puerta y va a abrir.
Cuando abre, no esperaba la visita de Ginny Weasley, su amiga y la invita a pasar.
-No esperaba que vinieras, ¿por qué no me has avisado? Te hubiera preparado algo para el té- decía mientras recogía un poco la mesa donde se ponía a escribir y dejar espacio para su mejor invitada.
-Lo siento, no era mi intención molestarte- sonreía la pelirroja.
-Tranquila, no me molestas- concluyó la castaña y fue hacia la cocina para preparar el té.
Ginny miraba de un lado a otro, analizando la casa y su rostro se volvió serio... No parecía la misma.
-¿Cómo está Harry? He oído que le va bien con las clases de quidditch- decía sin dejar de atender a la tetera.
-Sí, así es- se limitó a decir la pelirroja.
Hermione volvió al salón con su invitada, pero no la encontró en donde la había dejado y se extrañó al no verla por los alrededores. En seguida tomó su varita y no hizo ningún ruido mientras avanzaba hacia los rincones de su casa, en busca de Ginny.
Lentamente, subió las escaleras y llegó a la última planta de la casa, poco a poco fue acercándose hacia su habitación y no esperó hallar a la que creía su amiga. Estaba buscando algo en los cajones de la habitación, claramente no era Ginny Weasley.
-Seas quién seas, deja lo que estás haciendo y márchate- le dijo con un tono firme y apuntando hacia ella.
Ésta obedeció, pero no tuvo prisa en marcharse y miró hacia la castaña.
-Largo- volvió a decir Hermione.
-¿Qué crees que estás haciendo, sangre sucia?- burlaba.
La muchacha se sorprendió de oír aquella voz y quiso echarse atrás, pero decidió mantenerse fuerte y siguió en su misma postura.
-¿Qué es lo que quieres?- intentaba aguantar su miedo al descubrir de quién se trataba.
La falsa Ginny comenzó a reír.
-Mírate, estás temblando- la miró de arriba a bajo.
-¿Y? No pienso huir- no deseaba lanzar su hechizo, pues quiso averiguar el qué estaba buscando, tal vez tendría algo que ver con su marido.
-Insensata- tomó su varita y lanzó un hechizo hacia ésta, pero Hermione pudo esquivarlo.
-Expelliarmus- se defendió ante su agresor, pero también logró escaparse ante este hechizo.
-Incendio- dibujó una horrible mueca en su rostro y toda la habitación comenzó a arder.
La joven Malfoy quiso escapar, pero la falsa Ginny se le adelantó y la hechizó dejándola inconsciente.
Entonces, de la entrada de la habitación apareció Morfin Gaunt.
-No la mates, nos será de utilidad...- murmuró con un rostro serio.
-Sí, mi señor- dijo la que se hacía pasar por la joven Potter y usó su varita para sacar a Hermione de la casa y llevársela junto a otros magos que vestían con ropas oscuras.
Mientras se alejaban de la casa, las llamas fueron devorando cada habitación hasta que solo quedaron algunos restos y cenizas.

FIN DEL CAPÍTULO


ALBUS SEVERUS POTTER

CLARA LONGBOTTOM

GINNY WEASLEY

HERMIONE GRANGER

JAMES SIRIUS POTTER

ERIC JHONES

ROSE WEASLEY

VICTOIRE WEASLEY TEDDY REMUS

SCORPIUS HYPERION MALFOY






lunes, 3 de febrero de 2014

6. Vigilado.

Desde las altas nubes, descendía una pequeña lechuza de plumas grises con un pequeño sobre de color blanquecino algo viejo y un tanto doblado, sobrevolaba por las viejas tiendas del conocidísimo Callejón Diagon.
Comenzó a nevar y a duras penas había tanta gente paseando por aquellas estrechas callejuelas. En una de las tiendas de colores oscuros y encabezado plateado, se encontraba Draco Malfoy. Éste había abierto una pequeña librería de libros mágicos y relatos fantásticos.
Le iba bien, pues muchos magos y brujas jóvenes iban muy a menudo a comprar alguno de esos libros tan maravillosos donde la imaginación aún no había alcanzado a recrearse.
Después de atender a la señora Smith, su clienta más habitual, la despidió con una preciosa sonrisa.
Es entonces, cuando ésta abre la puerta de cristal y entra el plumado animal con aquel sobre.
-Vaya, qué temprano llega el correo- dijo la rechoncha señora.
-Sí... No esperaba recibir una lechuza tan pronto- añadió mientras tomaba la carta y buscaba en su oscuro bolsillo del alargado pantalón, para pagar al pequeño mensajero.
Cuando hubo sacado unas pocas monedas, las depositó en el minúsculo saco que trasportaba la lechuza y ésta no tardó en volver a retomar su camino de regreso.
-Que tenga un buen día, señor Malfoy- sonreía la clienta con una voz un tanto chillona.
-Igualmente, señora Smith- concluyó y esperó a ver cómo se quedaba solo en la helada tienda.
En ese momento, aprovecha y cierra con llave, tenía que leer a solas y sin interrupciones.
Después de abrir el sobre y desplegar el papel, comenzó a leer:

Querido hijo, no sabes las ganas que tengo de volveros a ver... Aquí no pinta nada bien, muchos hablan de ello y el mero hecho de hacerlo, mueres.
Ten mucho cuidado y mantén los ojos muy abiertos, no hables con nadie con respecto a lo de la muerte de ese viejo de Gaunt... ¡Nos traerá problemas! Se dice que se le ha visto en Londres, pero nadie puede garantizarlo del todo y yo tampoco quiero comprobar si es cierto.
Estate atento a mi aviso, puede que esto se nos escape de las manos y no podamos controlarlo a tiempo.
Cuida de Hermione y de mi nieto, Scorpius... Cómo se parece a ustedes.
Por un tiempo no podré enviar otra carta, pero descuida, estaré bien.
Saludos
L.M.

Draco parecía entender de lo que le estaba hablando su padre, sin embargo, prefirió guardarlo en secreto hasta el momento adecuado.
Entonces, unos pequeños golpes en el cristal de la puerta de su tienda llaman su atención y voltea rápidamente mientras esconde la nota en el bolsillo de sus pantalones oscuros.
Sonríe al reconocer de quién se trataba y acude de inmediato a abrir.
-¿Por qué habías cerrado? Aún faltan cuatro horas para eso- sonreía su mujer y éste no tardó en abrazarla y dedicarle un cariñoso beso.
Ésta sonríe tímidamente y mira de un lado a otro.
-No esperaba verte tan... ¿Cariñoso?- reía.
-Digamos que estoy de buen humor- dijo éste con una hermosa sonrisa mientras se dirigía a su mostrador, tenía que ordenar algunos libros que le habían llegado.
-Por cierto, ¿qué hacías? Te he visto que escondías algo- explicaba, al mismo tiempo que dejaba su abrigo y bolso en la robusta percha.
Malfoy tragó saliva y fingió no darle tanta importancia.
-¿Yo? No, no escondía nada- se limitó a decir sin mirarla, pues iba cargado con varios libros que debían de estar colocados en sus respectivas repisas.
Hermione no parecía creerle del todo y frunció el ceño, extrañada, ya que había encontrado una pequeña pluma de lechuza en la mesa.
-¿Estás seguro?- volvió a insistir mientras tomaba la pequeña prueba y la observaba con detenimiento.
-Completamente- llegó hasta ella y la miró a los castaños ojos.
Pero cuando ésta le mostró la pluma que había encontrado, tomó aliento.
-Un poco temprano para recibir una carta, ¿no crees?- le había pillado.
Bajó la mirada, preocupado... No sabía qué decir.
-Draco, ¿de qué se trata? ¿Es del Ministerio? ¿Aún te siguen acosando por lo de la muerte de Morfin Gaunt?- no sabía de qué podría ser y estaba asustada por si su marido llegase a tener problemas por ese malentendido.
-No, no tiene que ver con el Ministerio...- suspiró- Tiene que ver con... Bueno, con un envío de libros. Esta tarde tengo nueva mercancía- mintió con una preciosa sonrisa.
Ella parecía no creérselo del todo, pero se lo dejó por esta vez y sonrió levemente.
-Por cierto, ¿qué haces aquí? Creí que ibas a la casa de los Potter- seguía con su papeleo.
-Así es, pero preferí venir a visitarte mientras iba a comprar algo para Scorpius- se cruzaba de brazos mientras dibujaba una sonrisa cariñosa, pues ya se estaba centrando en otro tema.
-Es cierto. Dentro de poco es su cumpleaños... Aún no sé qué comprarle- se ponía la mano sobre su frente.
-Vamos, es tu hijo, no es tan difícil saber lo que le gusta- reía.
-Sí, pero no lo tengo del todo claro. Se parece más a ti que a mí- explicó.
-Te equivocas, se parece más a ti de lo que crees- rectificaba con la misma sonrisa.
-¿Qué te hace pensar eso?-.
-Bueno, digamos que tiene la misma habilidad que tú para sacarme de mis casillas- reía y éste también se vio contagiado por la simpática carcajada de la castaña.
El joven Scorpius tenía un poco de ambos, aunque era cierto que tenía el mismo sentido del humor que su padre... Pero no era tan maleducado ni malcriado como lo fue su antecesor en los tiempos de su niñez.
Era primera hora y ya todos estaban en su primera clase de pociones con el profesor Horace Slughorn.
Habían comenzado su primer día en Howgarts y estaban a punto de recibir su primera clase. Entonces, el anciano maestro hace su aparición acompañado de los murmullos de sus nuevos estudiantes de Gryffindor y Slytherin.
-Bienvenidos a vuestra primera clase de pociones, soy el profesor Horace Slughorn y hoy comenzaremos con las normas básicas para esta asignatura- decía éste con una simpática sonrisa.
En la primera fila, se encontraban Albus, Rose y un muchacho de la misma casa que ambos. Éste tenía el cabello liso, bien peinado y de color castaño claro, sus ojos eran azules como el cielo y la piel blanca como las nubes.
Era guapo y con una sonrisa un poco traviesa, su nombre era Eric Jhones.
Scorpius estaba sentado justo detrás de otro alumno que se encontraba justo al lado de Eric, de vez en cuando aprovechaba para mirar a Rose Weasley, sin que nadie se percatara de esto.
-En primer lugar, no quiero varitas ni tampoco hechizos no autorizados; en segundo lugar, todo lo que hagáis en esta clase debéis de consultármelo antes y por último, quiero que haya un buen trabajo de equipo- explicó Slughorn con la misma sonrisa y paseando a un lado y a otro de la clase.
-¿Alguna duda?- miró a sus pequeños alumnos.
Entonces, Rose levantó su mano y éste le concedió el permiso de hablar.
-Señor, ¿eso quiere decir que nos mandará trabajos en equipo? Es decir, todos juntos...- no estaba a la labor de compartir sus notas con ningún alumno de la casa Slytherin.
-Así es, señorita Weasley. Yo mismo crearé los grupos en algunos trabajos y valoraré individualmente, para los puntos de cada casa- continuaba mientras se aproximaba hacia su mesa- Pero también conjuntamente, para valorar vuestro trabajo en equipo-.
La pelirroja no parecía estar muy contenta con aquella información, era la única que no podía ver el lado positivo de esa aclaración.
-¿Alguna duda más?- alzó sus pequeños ojos hacia la clase.
Esta vez era Scorpius y le concedió la palabra.
-¿Y en caso de que alguno lo haga mal? ¿Eso quiere decir que nos suspenderá?- parecía inquieto por si llegara a estar en el mismo grupo que su compañera Gryffindor.
-En el caso de que alguno de vosotros, esté en el grupo en el que esté, llegara a hacer mal su trabajo o no colaborara adecuadamente en el grupo que se le ha asignado, se le suspenderá individualmente y la casa a la que pertenezca se le será restado 50 puntos- explicó.
A ninguno no le parecía mal, pues no veían lógico llevarse negativamente con el resto de las casas... Sin embargo, Rose sentía que aquello le podía. No le molestaba el resto de las casas, pero no podía sentir la misma unión con la casa Slytherin. Había oído muchas cosas negativas con respecto a varios magos que habían pertenecido a aquella casa.
Ya habían concluido las clases del primer día y los alumnos tuvieron la libertad de vestirse más coloquial.
La joven Weasley vestía con un precioso jersey azul claro y pantalones vaqueros.
Tenía el cabello recogido con una coleta, siempre lo llevaba recogido.
-Menudo día, no hemos hecho sino empezar el curso y ya nos ha mandado deberes- se quejaba Fred mientras se sentaba al lado de su primo Albus.
Todos estaban en las afueras de los muros de Howgarts, cerca de la casa de Hagrid.
-Sí, ya podría haberse limitado a mandarnos solo los ejercicios de la clase de hoy- le seguía Teddy Remus.
-Pero, ¿qué decís? Yo lo veo fascinante- Victoire parecía muy animada.
-¿De qué profesor habláis?- preguntó Clara.
-Es el estirado del profesor Snape- le respondió Fred mientras masticaba lo que parecía una gominola.
-Nos ha mandado 20 ejercicios para pasado mañana- añadió James.
-Sí que son ejercicios- se sorprendió Rose.
-Y no solo se limitó a mandarnos ejercicios, también los quiere bien resueltos- se lamentaba Fred.
Todos rieron, sabían lo mal que lo llevaba Fred Weasley con esa asignatura y con la de pociones.
-Es un profesor muy serio y extraño- dijo Molly.
-¿Extraño?- preguntó Albus.
-Sí, se dice que era un fiel siervo de Voldemort- murmuró Dominique.
-¿Cómo es posible que lo dejen en Howgarts? El Ministerio de Magia no sabe lo que hace- se quejaba Rose.
-Pero, ¿qué dices? Mi padre me explicó que el profesor Snape ayudaba al director Albus Dumbledore y que solo se hacía pasar por un mortífago, pero para informar al director de lo que pensaba hacer Voldemort- intervino Albus.
-Es verdad, por eso nuestro padre le puso el nombre del profesor a Albus- añadió James.
-Por cierto, ¿quién es ese?- señaló Fred a Eric.
-Oh, él es nuestro amigo, Eric Jhones- presentó Rose con una simpática sonrisa.
Eric dibujó esa preciosa y traviesa sonrisa para saludar a todos los presentes.
-Bienvenido al grupo- saludó Teddy mientras su color de cabello cambiaba a un color rosado.
-Gracias...- dijo tímidamente el chico.
-Hablando de miembros del grupo, ¿no falta alguien?- interrumpió Fred.
Todos se miraban entre sí, no parecía que faltase nadie.
-Falta Scorpius- respondió Clara.
-Es cierto, ¿dónde está?- lo buscaba Dominique.
-¿A quién le importa dónde está? ¿Desde cuándo ha entrado a nuestro grupo? James mismo dijo que su padre fue un mortífago- intervino Rose.
-Eso no tiene nada que ver, Rose. Scorpius no tiene culpa de lo que haya hecho su padre, es nuestro amigo- defendió Albus.
-Sea como sea, presiento que no es de fiar- seguía en sus treces.
-¿Por qué dices eso?- preguntó Molly.
-Mi padre me contó cómo fue Draco Malfoy con mi tío Harry, con mi padre y con Hermione Malfoy... No creo que Scorpius sea mejor que él- respondió bastante segura de lo que decía.
Tal vez tuviera razón o puede que no, lo que estaba claro es que no le importaba lo que fuera del chico... Scorpius, que se escondía tras un frondoso árbol, había escuchado la conversación por completo y no pudo evitar el sentir un fuerte dolor en el pecho al oír aquella acusación injustificada de su compañera y de la que consideraba amiga.
No quiso aparecer ante ellos después de lo que había escuchado, le costaba disimular serenidad, por lo que decidió volver a los muros de Howgarts y refugiarse en la casa Slytherin.
Llegando hasta la sala común de su casa, sintió escalofríos y miedo.
Miró de un lado a otro, pero no hallaba a nadie, por lo que no podía entender el por qué de su miedo.
Volteaba una y otra mientras bajaba las escaleras, pero no veía a nadie... ¿Por qué tenía la sensación de que lo estaban siguiendo?
Bajaba las escaleras lo más rápido que podía, pero no se fijó en quién estaba ante él y tropezó con una alumna de la casa Hufflepuff.
-¡Ay!- se lamentaba por el fuerte golpe que había recibido en su muñeca derecha, sin duda le quedaría un gran hematoma.
-Lo siento mucho, no fue mi intención...- dijo la muchacha con una dulce voz.
-No te preocupes, no es culpa tuya... Debí mirar por dónde iba...- se entrecortó al ver el rostro de ésta.
La joven también era de primer año, su cabello era rosa (aunque a veces tornaba a violeta), sus ojos eran del mismo color (salvo en la oscuridad, se volvían castaños claros) y algo delgada.
Llevaba algunos libros en sus blancas manos.
-¿Seguro que estás bien?- seguía preocupada por él.
-Em... Sí... Gracias- medio sonrió y logró incorporarse, para ayudar a su compañera a recoger algunos libros que se le habían caído.
-Gracias a ti por la ayuda- sonrió tímidamente y continuó su camino.
-Espera, aún no sé cómo te llamas- la detuvo.
Ella volteó y miró los grisáceos ojos de éste y volvió a sonreír.
-Mi nombre es Anna White, ¿y tú?- tenía una voz preciosa.
-Scorpius Hyperion Malfoy- sonrió.
-Vaya, menudo nombre más largo...- reía.
-Lo sé- imitó a su compañera.
-Tengo que irme, pero me gustaría hablar contigo más a menudo... Si quieres, claro- se ruborizó.
Éste asintió con la cabeza y miró cómo se iba su nueva compañera, bastante contenta.
Por un momento, se le había olvidado que estaba huyendo de algo o de alguien... De cualquier cosa que lo hacía sentirse incómodo, pues podía percibir que lo estaban vigilando.
FIN DEL CAPÍTULO

SEVERUS SNAPE

CALLEJÓN DIAGON

PASILLOS DE HOWGARTS

ALBUS SEVERUS POTTER Y SCORPIUS HYPERION MALFOY

LUCIUS Y DRACO MALFOY

TEDDY REMUS

FRED WEASLEY II

DRAMIONE
(HERMIONE Y DRACO)

ANNA WHITE

DRACO MALFOY

SCORPIUS HYPERION MALFOY