Sus manos, igualmente heladas que sus sonrojadas mejillas, sujetaban con firmeza la mano de su compañero Slytherin.
No recordaba haberse alejado tanto del Callejón Diagon, pero entre tanta confusión, era posible que no se percatara de ello,
-¿Recuerdan dónde se encontraban sus padres, antes de semejante alboroto?- les preguntó Snape, como siempre, pausadamente.
-Cerca de la nueva tienda de túnicas, señor- respondió Scorpius.
Subieron por unas húmedas escaleras y no tardaron en divisar a un hombre de cabello rubio peinado hacia atrás y vestido con ropas negras.
-¡Papá!- llamó el muchacho mientras comenzaba a subir más velozmente y sin soltar la mano de su amiga.
Draco no tardó en voltear hacia las escaleras donde se encontraban éstos y sonrió, aliviado.
Ambos se dieron un fuerte abrazo y éste ancló una rodilla frente a su hijo.
-¿Qué hacíais ahí?- estaba un poco preocupado. Draco sabía muy bien que buscaban a su primogénito y el haberlo perdido tan solo un segundo... Hizo que perdiera los nervios.
-No sabía que habíamos entrado en el Callejón Knocturn, con tanta gente corriendo, no nos dimos cuenta- respondió con franqueza.
-¡Rose!- llamó Ron muy desesperado al verla a pocos metros de donde se encontraba.
-¡Papá!- la joven comenzó a desramar un lágrima y corrió hacia su padre.
Ya refugiada en los brazos de éste, sintió que ningún mal la estaba acechando.
-Profesor, ¿usted los encontró?- preguntó Harry al antiguo profesor de pociones.
-Por desgracia sí, señor Potter- continuaba, tan pausado, como siempre- Recomiendo que sean más precavidos, si no desean llevarse una desagradable sorpresa-.
Éste comprendió a qué se refería y asintió, a la vez que tragaba saliva. Hermione, Ginny y Alice no tardaron en dar con éstos y besar a los dos estudiantes. Era un verdadero alivio el haberlos encontrado sanos y salvos. Sabían perfectamente del riesgo en el que se encontraban éstos, pues Morfin Gaunt andaba buscando a los muchachos y Merlín sabe por qué...
Ya en casa, Rose se refugió en su pequeña habitación. Había pasado muchísimo miedo, sentía que algo extraño había pasado en aquel lugar... Todo se había vuelto mucho más oscuro, el frío se hizo más intenso, casi tanto como el viento que comenzó a aparecer entre los rincones del Callejón Diagon. Sin embargo, gracias a Scorpius, no se había visto sola. También había agradecido la presencia del profesor Snape, quien le daba clases en Hogwarts de Defensa Contra las Artes Oscuras.
-Me he enterado de lo que ha pasado, ¿te encuentras bien?- preguntó Nerman, su viejo gato.
-Sí... Estoy bien, aunque tengo algo de miedo... Es extraño- murmuró la joven.
El minino subió a la cama, donde se encontraba ésta y se sentó frente a Rose.
-Es normal que tengas miedo, esas cosas aveces pasan- intentó consolar, pero la muchacha negaba con la cabeza.
-No es eso, sentí que algo iba a ocurrir y no sabía qué hacer- bajó la mirada, no sabía expresar lo que sintió realmente.
-¿Crees que no fue natural? ¿Piensas que alguien lo provocó?-.
-Creo que se nos está ocultando algo. No es normal que a Scorpius le haya salido la marca en el pecho de la casa Slytherin, no es lógico que sus padres hayan desaparecido un largo tiempo y lo que ocurrió hoy... Me hace pensar que está ocurriendo algo que ignoramos- miró a los ojos esmeraldas de su mascota.
Éste se quedó pensativo y miró hacia la pequeña.
-Rose, ignoro lo que pueda estar pasando... Sin embargo, te aconsejo que seas más precavida y que procures mantenerte alejada de cualquier peligro- continuaba, bastante serio- Con lo que me has dicho, no me temo nada bueno-.
-Descuida, tendré cuidado- medio sonrió.
Por otro lado, en la acogedora casa de los Potter, Draco y Hermione tenían una conversación bastante importante y privada.
-No podemos quedarnos mucho tiempo aquí, acabarán encontrándonos- explicaba la castaña en voz baja.
-Lo sé, pero si nos alejamos del resto... Sería mucho más fácil que nos capturen o que nos maten- continuaba su marido- Además, no podemos dejar a Scorpius-.
Ella lo miró con ojos cristalinos y asintió levemente.
-Tienes razón, pero ¿qué otra cosa podemos hacer?- se sentó en el borde de la cama y colocó sus manos en la cabeza.
Éste suspiró y bajó la cabeza.
-Deberíamos explicarles lo que está por ocurrir... Pasará tarde o temprano- lo miró con tristeza y ella no tardó en unir su mirada a sus ojos.
-¿Cómo? No es tan sencillo...- dijo con voz entrecortada.
A ninguno de los dos, le complacía la idea de dar una noticia tan desagradable como la que debían de expresar a sus amigos, pero sus vidas estaban en riesgo... Sobretodo la de sus hijos... Sin contar con el resto del mundo mágico y el de los muggles.
-Debemos hacerlo, tarde o temprano- murmuró éste, mientras se sentaba frente a ella y le tomaba de las manos.
Ella, cabizbaja, suspiró muy pesadamente y lo miró. Estuvieron largo rato mirándose a los ojos y Draco esbozó una tierna sonrisa, mientras apartaba un castaño mechón del rostro de ésta.
-No recuerdo un año que no nos hayan llovido problemas- bufó y ella rió un momento.
-Tienes razón- cogió un poco de aire y sin borrar su preciosa sonrisa- Y volviendo a ser padres-.
Draco frunció el ceño, no comprendía y trató de hallar respuesta en los ojos de su mujer; luego abrió sus grisáceos ojos y sonrió bastante feliz al comprender.
-Eso quiere decir...- enmudeció su voz al verla asentir.
-Otro Malfoy más- acarició la mejilla de su esposo que aún seguía alegre por la grata noticia.
Sin esperarlo más, ambos acercaron sus rostros y sus labios se fundieron en un tierno beso esperanzado.
Mientras tanto, en una habitación de esa misma casa, Scorpius miraba su extraña marca. ¿Qué podía significar aquello? Su padre no le había comentado nada al respecto y tampoco conocía a alguien que le hubiera pasado algo parecido.
-¿Estás bien?- oyó la voz de su amigo Albus y se abrochó su blanquecina camisa, para voltear a mirarlo.
-Sí...- tragó saliva, esperaba que no le hubiera visto esconder aquello.
-Quería darte las gracias, por salvar a mi prima- dibujó una sonrisa mientras ofrecía su mano a su nuevo amigo. Scorpius, mostrando el mismo afecto, estrechó la mano del joven Potter.
Ciertamente, algo acontecía en el mundo mágico, todavía no había tomado tanta fuerza y no se expandía con tanta rapidez; aunque las manecillas del reloj no se detenían. Todo se mostraba extraño y confuso... Nadie creía que pudiera acontecerse algo realmente extraordinario y mucho menos en la humilde casa de los Weasley. Era muy tarde ya y dormían plácidamente. En tan solo un par de días, sus hijos comenzarían sus clases en Hogwarts.
Ron dormía despreocupadamente, mientras abrazaba a Alice, su mujer. Hugo consiguió reconciliar el sueño, pues estaba un tanto nervioso por su primer año en la mágica escuela. Y Rose trataba de despertar de una horrible pesadilla que no cesaba de torturarla...
La muchacha murmuraba cosas entre dientes, mientras ladeaba su cabeza de un lado a otro, pero no conseguía despertar, hasta que...
-¡¡Aaaah!!- gritó ésta mientras sentía un fuerte escozor cerca de su hombro izquierdo. Es como si se estuviera quemando en un poderoso fuego. No cesaba de gritar aún más amargamente; sus gritos consiguieron despertar a sus padres que corrían desesperadamente hasta su habitación.
-¡Rose, despierta! ¡Rose! ¡¿Puedes oírme?!- decía Ron, bastante preocupado mientras tomaba de los hombros a su hija.
Alice intentaba reanimarla, dándole ligeros toques en sus mejillas... Pero la pequeña solo sollozaba de dolor al sentir el escozor de su blanquecino hombro.
Una vez cesada la tortura, la joven se desmayó del dolor y sus padres, preocupados, notaron como aparecía una extraña mancha oscura en el pijama de ésta, cerca del hombro.
-Ron...- murmuró Alice con lágrimas en los ojos y sin apartar su mirada de aquella mancha.
Su marido, poco a poco, fue descubriendo el hombro de su pequeña y dejó caer varias lágrimas al reconocer lo que se había dibujado en la piel de ésta... La marca de la casa Gryffindor.
-Debemos... Debemos llamar a los demás- logró decir, aunque con un pesado nudo en la garganta y bastante preocupado.
Ya no podían ocultar el hecho de que algo iba a suceder, ¿el qué? No lo sabían... Tampoco cuándo ni por qué, pero tenían claro que algo debían de hacer cuanto antes. Sus vidas dependían de ello... Y sobretodo la vida de sus hijos.
Fuese cual fuese el motivo, debían de hallar la forma de solucionar lo que sea que estuviera por venir.
FIN DEL CAPÍTULO
GRYFFINDOR Y SLYTHERIN
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